Hola, soy Paula Martín. Hace un tiempo viví una entrañable historia de amor, que he querido compartir con todos los internautas que se pasen por aquí. Viajad con vuestra imaginación a las playas, los campos, las casas de piedra y el sol de verano...
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sábado, 24 de julio de 2010

Quinto episodio: a dos caras

¡Qué gran verdad cuando se dice de algunas personas que tienen dos caras! Eso lo pude descubrir aquel mismo verano, al tratar con Blanca por segunda vez.
Me encontraba aburrida en casa, ya que mis padres habían ido a retomar las relaciones con sus amigos, abandonadas durante el invierno y el otoño, tras prometerme que en cuanto volvieran nos iríamos los tres a la playa-los pequeños estaban con el abuelo, que les entretenía con todo su empeño en juegos y demás actividades-. Yo les dije que iría a ver a Blanca y a Paloma, pues me había comprometido el día anterior.
-Son unas niñas muy monas, Paula. Procura estar con ellas-me indicó mi madre, que, como todos los adultos del pueblo, y a pesar de mis quejas constantes de cada verano, cree que Blanca "es una chica bien educada, simpática, responsable y generosa". ¡Si los adultos mirasen más allá de vez en cuando!
Me despedí de los abuelos y fui a la plaza del pueblo. Sólo podían estar allí, en el parque o en la playa, así que buscarlas no me llevaría mucho tiempo.
Las encontré, como esperaba, en la plaza; vestían, al contrario de los vestidos ibicencos que siempre lucían en verano, con sus cabellos recogidos en lazos, unos shorts vaqueros y camisas escotadas. El pelo suelto, gafas de sol panorámicas, y unos ojos que, escondidos tras ellas, miraban ávidamente en busca de alguien que yo creía conocer.
-¡Hola!-saludé acercándome. Me pareció algo extraña la mirada de Paloma; como si le fastidiara intensamente mi llegada.
-Ahora estamos ocupadas-me soltó Blanca nada más acercarme. Después me miró a los ojos y añadió-por cierto, no te creas que eres popular sólo porque Javier quisiera llevarte en moto. A mí me parece que lo hizo porque le dabas pena. Ah, y ni se te ocurra quedarte con nosotras para conocerle mejor, porque ya me ha dicho que le gusto. Pierdes el tiempo, ¿sabes?
-¿Te ha dicho que le gustas?-exclamó Paloma, sorprendida. Blanca la fulminó con la mirada y ella se corrigió-¡ah! sí, es verdad. Lo ha dicho.
-Ni siquiera me acordaba de ese chico-dije con enfado-¿qué pasa? ¿ahora me odias?
-Sabes que nunca me has caído bien-dijo Blanca.
-Entonces podrías habérmelo dicho ayer, así me habría ahorrado esta visita. Pero ayer, en cambio, estuviste muy simpática... ¡oh, ya entiendo!-exclamé. Todo había sido por dar buena impresión a Javier. Por eso se vestían así ahora, para parecer "chicas malas", y para ellas vestir así debía serlo, supuse. Enseñar mucho no tenía nada que ver con ser "mala", sólo con ser patética, a mi entender.
De pronto, el chico apareció por una esquina, siempre con ese aire indiferente que me ponía tan nerviosa.
-Hola otra vez-me dijo, volviendo a mirarme como si fuera un chicle en el zapato.
-No te voy a entretener... tus fans están esperando-contesté, marchándome.
Mientras me iba, pude sentir su mirada clavada en mi nuca, pero eso no me importaba... me dirigí hacia la cala y me apoyé en el pasamanos de madera que llevaba hasta el mar. Sólo sentía la tristeza de descubrir que una supuesta amiga sólo es una chica de dos caras.


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