Hola, soy Paula Martín. Hace un tiempo viví una entrañable historia de amor, que he querido compartir con todos los internautas que se pasen por aquí. Viajad con vuestra imaginación a las playas, los campos, las casas de piedra y el sol de verano...
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sábado, 31 de julio de 2010

Episodio 14: cena familiar

Me hubiera quedado para siempre pensando en la playa, porque tenía muchas cosas en las que pensar, pero tenía compromisos que cumplir con mi familia, y mis controladores padres se preocuparían si no llegaba pronto. Además, había ciertas cuestiones que no quería resolver, y me olvidaría de ellas parcialmente hablando de otras cosas con mi familia.
Nos dirigimos todos a Mario's, el famoso-seguramente por ser el único-restaurante del pueblo. Algunos de los chicos de la pandilla me encontraron por el camino y me saludaron, algo sorprendidos de verme con mis padres. Más de uno me guiñó el ojo, como hacían con las chicas que encontraban lo suficientemente guapas. Yo no me encuentro fea, es verdad, pero sé que no soy una belleza viviente; alta, delgada, morena, pelo negro, lo suficientemente liso como para no considerarlo ondulado, y ojos de un extraño color. Porque si hay algo de mi aspecto que me enorgullezca, son mis ojos; nadie ha podido todavía clasificarlos como un solo color, o un "bicolor" (como azul-verdoso, o algo parecido). Porque mis ojos son negros por fuera, verdes en el exterior, castaños un poco más adentro, algún reflejo amarillento y pupilas negras y grandes, que me han dicho alguna vez que parecen túneles sin fin. No quiero parecer presumida, y sé que estoy logrando pasar por una, pero realmente hay más cosas que me disgustan de mi aspecto a las que me gustan. ¿Ejemplos? El acné, muy típico de esta edad, y parece que todas mis amigas lo llevan de maravilla, pero es algo que no puedo soportar, de ahí que me compre cremas carísimas para mantener mi cara intacta. Lo consigo bastante bien, pero siempre quedan uno o dos granos, y con ellos me obsesiono hasta que desaparecen. Otra cosa son mis cejas, no me gustan nada; no soy uniceja ni nada parecido, pero no me gustan. Es así y punto. Parecen cosas estúpidas, pero todo el mundo odia algo de su aspecto
(se ve que hasta Shakira odia la mitad de las cosas de su cuerpo, lo que no me extraña, porque es puramente artificial, como la cara de Belén Esteban, vamos).
El caso es que nos fuimos a cenar, y como si mis padres quisieran desquitarme de mi objetivo de no pensar en Javier, comenzaron a preguntarme por esos chicos y por otros.
-Hace ya mucho que no te veo con Blanca o Paloma-comentó mi madre, preocupada-siempre vas con esa chica que viste sólo ropa negra. Parece gótica... y pasas mucho tiempo fuera de casa.
-¿Quiénes eran esos chicos que te han saludado? Uno tenía un tatuaje que no parecía salido de los Cheetos-añadió mi padre con severidad.
-Papá, no te preocupes, a mí tampoco me inspiraban mucha confianza, pero son buenos chicos, de verdad. Hay un par que no son tan buenos... pero con ellos no hablo casi nunca, sólo cuando los encuentro por la calle, por educación. De verdad, son como tú o yo. Y por cierto, Laura no viste sólo ropa negra, es que le gusta ese color, pero yo la he visto mil veces de otros colores más vivos.
-De acuerdo-se resignaron mis padres, pero enseguida comenzaron a hablar de Blanca y Paloma, como todos los adultos del pueblo-¿sabes qué me contó Blanca esta mañana? Estaba con sus padres en una reunión de amigos, y me dijo que te habías hecho muy amiga de cierto chico... Javier. Ella habla mucho con él y dice que te nombra siempre. Eso sí, nos ha dicho a mí y a tu padre que no es muy de fiar, que no te dejemos mucho tiempo sola con él, porque fuma y ha bebido un par de veces. ¿No es encantadora esa niña? Se nota que te tiene cariño.
-Lo único que quiere es ligar con él-les expliqué a mis padres, sin esperanzas de que me creyeran-ya la he visto un par de veces con Javier, y realmente lo único que hace es flirtear una y otra vez. Pero Javier sale con Laura, así que pierde el tiempo.
-¿En serio?-dijo mi abuelo, meditativo-sí que parecía demasiado preocupada, ¿no crees, Alicia?-le preguntó a mi madre.
-Nosotros estábamos en el parque ayer y la abuela se había ido a comprarnos un helado-explicó mi hermana, sintiéndose importante por saber algo que sólo Marc y ella sabían-y pasó Blanca hablando con su mejor amiga. Le estaba diciendo que Javier le había dicho que no quería ser su novia, o sea que ¡ya no se podrán casar!-suspiró, triunfal. Es increíble como la mayoría de los niños pequeños relacionan las palabras "novio", "salir" y "enamorado" con el matrimonio. Es un razonamiento lógico, es verdad, pero no cuando los chicos en cuestión tienen 14 años, ¿no?
Mis padres y abuelos rieron la gracia, y también yo. La verdad es que estaba contenta de oír aquello, aunque la verdad es que no sabía si era porque Laura ya no tendría problemas de confianza con el chico, o por algo referente a mis sentimientos...

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