Hola, soy Paula Martín. Hace un tiempo viví una entrañable historia de amor, que he querido compartir con todos los internautas que se pasen por aquí. Viajad con vuestra imaginación a las playas, los campos, las casas de piedra y el sol de verano...
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sábado, 31 de julio de 2010

Episodio 15: encuentro virtual

Realmente jamás pensé que el primer encuentro entre Javier y yo sería privado, no lo pensé ni por un segundo, vaya. Creía que, tras el momento en la playa, nos encontraríamos en pandilla y así pasaría la incomodidad del primer momento.
Al día siguiente, hacia las doce del mediodía, decidí cumplir la promesa hecha a mi amiga Mónica de pasarme por Facebook para actualizar un poco mi muro y mis fotos-odio las fotografías porque tengo complejos al verme en las fotos, no como mis amigas, que tienen al menos 100 fotos cada una en sus álbumes. Yo, en cambio, tengo unas cuantas fotos de amigas y de paisajes, y sólo dos mías, en las que ni siquiera se me ve bien.
Tenía mensajes privados, notificaciones y peticiones de amistad, de todo a discreción. Comencé por las notificaciones; la mitad de ellas ni siquiera me interesaban, así que las "liquidé" con bastante rapidez.
Luego miré mis mensajes privados; tenía cinco o seis de amigas del colegio, preguntándome lo de siempre; qué tal el verano, si he conocido a alguien nuevo, y cosas así. Les respondí básicamente con preguntas del mismo tipo, porque nunca había hablado con ellas mucho tiempo sobre el pueblo, y no quería hacerlo ahora. Luego leí el mensaje de mi prima:
"¡Primita! ¿Qué tal tu exilio en el pueblo? Espero que mejor que el año pasado. ¿Y esas dos niñas insoportables, han madurado ya? Espero tu respuesta. 1 bso nos bmos!!!"
"Hola, primita. La verdad es que este año ha mejorado todo, ahora voy con unos pandilleros. Hemos tenido un lío con la poli... pero no, aún no me han encarcelado... aún, claro, jajajaja. He conocido a una chica que se llama Laura y es muy simpática, y a su novio, Javier..."sabía que podía confiar en mi prima. Nos llevamos pocos años y estamos muy unidas "no sé qué tal con él, es... complicado. Tú ya me entiendes. Bueno, 1 bsaxo!!!! Hablamos + tarde oks?"
Suspiré. Por fin lo había admitido, o al menos, había admitido "algo" sobre Javier; me faltaba admitir el resto.
Miré las peticiones de amistad; muchas eran de chicos de la pandilla, entre ellos Laura, y la última... de Javier. Enviada cinco minutos antes. ¿Cómo podía ser? Dos días antes, lo habría entendido, pero justo aquel... en fin, acepté e intenté ver si estaba conectado. Sí, lo estaba.
"Hola" le dije yo, sabiendo que él posiblemente no me hablaría, y como lo de la dignidad no me importa demasiado, preferí empezar yo la conversación.
"Hola" contestó al cabo de unos interminables segundos "¿qué tal todo?"
"Bien =D".
"Oye, no le cuentes a nadie lo de ayer" respondió tras un largo minuto.
"Vale"respondí; preferiría haberle dicho que no me diera órdenes, pero sabía que era mal momento.
"Gracias. Te lo explicaré todo cuando nos veamos".
"Ok, hablamos luego"dije, dejando claro que habría un luego; la curiosidad pudo conmigo.
Él contestó con un simple "ok" y se desconectó. Yo hice lo mismo.
Habíamos superado la incomodidad del primer encuentro... ahora debíamos superar la del segundo.

Episodio 14: cena familiar

Me hubiera quedado para siempre pensando en la playa, porque tenía muchas cosas en las que pensar, pero tenía compromisos que cumplir con mi familia, y mis controladores padres se preocuparían si no llegaba pronto. Además, había ciertas cuestiones que no quería resolver, y me olvidaría de ellas parcialmente hablando de otras cosas con mi familia.
Nos dirigimos todos a Mario's, el famoso-seguramente por ser el único-restaurante del pueblo. Algunos de los chicos de la pandilla me encontraron por el camino y me saludaron, algo sorprendidos de verme con mis padres. Más de uno me guiñó el ojo, como hacían con las chicas que encontraban lo suficientemente guapas. Yo no me encuentro fea, es verdad, pero sé que no soy una belleza viviente; alta, delgada, morena, pelo negro, lo suficientemente liso como para no considerarlo ondulado, y ojos de un extraño color. Porque si hay algo de mi aspecto que me enorgullezca, son mis ojos; nadie ha podido todavía clasificarlos como un solo color, o un "bicolor" (como azul-verdoso, o algo parecido). Porque mis ojos son negros por fuera, verdes en el exterior, castaños un poco más adentro, algún reflejo amarillento y pupilas negras y grandes, que me han dicho alguna vez que parecen túneles sin fin. No quiero parecer presumida, y sé que estoy logrando pasar por una, pero realmente hay más cosas que me disgustan de mi aspecto a las que me gustan. ¿Ejemplos? El acné, muy típico de esta edad, y parece que todas mis amigas lo llevan de maravilla, pero es algo que no puedo soportar, de ahí que me compre cremas carísimas para mantener mi cara intacta. Lo consigo bastante bien, pero siempre quedan uno o dos granos, y con ellos me obsesiono hasta que desaparecen. Otra cosa son mis cejas, no me gustan nada; no soy uniceja ni nada parecido, pero no me gustan. Es así y punto. Parecen cosas estúpidas, pero todo el mundo odia algo de su aspecto
(se ve que hasta Shakira odia la mitad de las cosas de su cuerpo, lo que no me extraña, porque es puramente artificial, como la cara de Belén Esteban, vamos).
El caso es que nos fuimos a cenar, y como si mis padres quisieran desquitarme de mi objetivo de no pensar en Javier, comenzaron a preguntarme por esos chicos y por otros.
-Hace ya mucho que no te veo con Blanca o Paloma-comentó mi madre, preocupada-siempre vas con esa chica que viste sólo ropa negra. Parece gótica... y pasas mucho tiempo fuera de casa.
-¿Quiénes eran esos chicos que te han saludado? Uno tenía un tatuaje que no parecía salido de los Cheetos-añadió mi padre con severidad.
-Papá, no te preocupes, a mí tampoco me inspiraban mucha confianza, pero son buenos chicos, de verdad. Hay un par que no son tan buenos... pero con ellos no hablo casi nunca, sólo cuando los encuentro por la calle, por educación. De verdad, son como tú o yo. Y por cierto, Laura no viste sólo ropa negra, es que le gusta ese color, pero yo la he visto mil veces de otros colores más vivos.
-De acuerdo-se resignaron mis padres, pero enseguida comenzaron a hablar de Blanca y Paloma, como todos los adultos del pueblo-¿sabes qué me contó Blanca esta mañana? Estaba con sus padres en una reunión de amigos, y me dijo que te habías hecho muy amiga de cierto chico... Javier. Ella habla mucho con él y dice que te nombra siempre. Eso sí, nos ha dicho a mí y a tu padre que no es muy de fiar, que no te dejemos mucho tiempo sola con él, porque fuma y ha bebido un par de veces. ¿No es encantadora esa niña? Se nota que te tiene cariño.
-Lo único que quiere es ligar con él-les expliqué a mis padres, sin esperanzas de que me creyeran-ya la he visto un par de veces con Javier, y realmente lo único que hace es flirtear una y otra vez. Pero Javier sale con Laura, así que pierde el tiempo.
-¿En serio?-dijo mi abuelo, meditativo-sí que parecía demasiado preocupada, ¿no crees, Alicia?-le preguntó a mi madre.
-Nosotros estábamos en el parque ayer y la abuela se había ido a comprarnos un helado-explicó mi hermana, sintiéndose importante por saber algo que sólo Marc y ella sabían-y pasó Blanca hablando con su mejor amiga. Le estaba diciendo que Javier le había dicho que no quería ser su novia, o sea que ¡ya no se podrán casar!-suspiró, triunfal. Es increíble como la mayoría de los niños pequeños relacionan las palabras "novio", "salir" y "enamorado" con el matrimonio. Es un razonamiento lógico, es verdad, pero no cuando los chicos en cuestión tienen 14 años, ¿no?
Mis padres y abuelos rieron la gracia, y también yo. La verdad es que estaba contenta de oír aquello, aunque la verdad es que no sabía si era porque Laura ya no tendría problemas de confianza con el chico, o por algo referente a mis sentimientos...

Episodio 13: hablando con la mirada

Continué mi paseo hasta la cala, que me recibió con una bocanada de aire salado, arrebatándome de golpe todo el calor veraniego que llevaba conmigo desde la mañana. Pensé en volver de nuevo más tarde, de noche, porque si hay algo que no resisto es la vista de una playa nocturna y solitaria. Es romántico y además perfecto para pensar, estar sola, recordar y todas esas cosas que todos necesitamos alguna vez.
Sin embargo, en cuanto me acerqué más al mar, saltando las rocas para que mis pies descalzos disfrutaran con el calor y el tacto medio picante de la arena, vi que no estaba sola aquella vez. Suspiré, resignada a compartir mi momento de meditación con un desconocido. Observé mi aspecto, algo desaliñado, porque no me gusta que me vean cuando no estoy muy presentable, excepto mis amigas. Pensé que no estaba tan mal, sin embargo; bermudas blancas y blusa larga y azul, algo arrugada. En los pies no llevaba nada, y había pasado todo el camino completamente descalza, y disfrutando de ello. Tampoco era cuestión de compartir mis pensamientos con aquel desconocido, o de ofrecerle una pasarela de modelos en la playa, pero aun así... había algo en él que me recordaba a alguien conocido.
Me acerqué lentamente, cuidando de que no me sorprendiera espiándole. Tal vez no era quien yo creía que era... si no, ¿qué diablos hacía plantado en la playa, solo, pensativo? Imposible. Javier jamás haría algo así, estaba segura.
De pronto, comenzó a convulsionar los hombros, como si estuviera sollozando. ¿Él? No, no era él. Segurísimo. ¿Por qué iba a serlo? ¿Por qué querría llorar? Era el líder de sus amigos, tenía una novia muy guapa y majísima, no parecía de los que tienen problemas en casa, y su vida parecía una fiesta permanente. ¿Qué razón había para llorar? "Seguro que no es él", me dije, pero cada vez estaba menos convencida. Porque quizá, tras aquel misterio que parecía envolver su personalidad, se escondía un chico como los demás, que también tenía derecho a tener preocupaciones y problemas, como todo el mundo. Quizá su indiferencia hacia todo y hacia todos era una forma de proteger lo que fuera que guradase en su interior.
Me aproximé más aún a él, pero no me escuchaba. El sonido de su llanto amortiguaba el ruido que hacía yo al andar y respirar. Distinguí claramente su cabello castaño y desaliñado, que siempre llevaba del mismo modo, como si quisiera hacer ver que no daba importancia al peinado, aunque yo podía imaginarle en su casa peinando cada mechón de un modo distinto.
De pronto, tuve un impulso casi suicida. No sabía si le apoyaría mucho mi actitud, o si me mandaría a paseo y me obligaría a no contárselo a nadie-cosa que desde luego no pensaba hacer, excepto tal vez a Mónica, que no le conocía de nada-, pero quería probarlo. Verle allí, solo y con su chulería hecha trizas, me sorprendió y gustó, casi más de lo que querría, así que me puse a su altura, me senté a su lado y me quedé allí, en silencio.
Él se giró sorprendido, y al verme allí se quedó sin palabras. No sé si su primer impulso sería contarme lo que sucedía o enfadarse conmigo, pero lo reprimió. Dejó de llorar en el acto, eso sí. Pero hizo lo que yo; seguir sentado, en silencio, pensando, contemplando el sol casi absorbido por la fina línea que trazaba el mar en la lejanía.
Así nos quedamos media hora o más, cada uno pensando en sus propias cosas, aunque también pensando, sin sentir por ello nervios o vergüenza, en la presencia del otro. Sin embargo, de pronto, Javier se levantó, e incómodo, me dijo:
-Nos vemos mañana.
-Vale.
Esas fueron las únicas palabras que nos dijimos en aquella hora, sentados en la playa. Nos dijimos eso verbalmente, porque a pesar de aquel breve intercambio de palabras, nuestras miradas, o simplemente nuestra presencia conjunta allí (que muchos imaginarían como obra del destino), fueron suficientes como para decirnos todo lo que quisiéramos, para expresar el apoyo por mi parte, el agradecimiento por la suya, y muchos otros sentimientos que nunca fueron hablados.
Muchas veces he pensado que no se puede decir nada con los ojos.
Desde aquel día, he dejado de pensarlo.


jueves, 29 de julio de 2010

Episodio 12: conversación y pensamientos

Pasó algo extraño en los días posteriores al "incidente" en la playa. Laura, ya menos desconfiada con la idea de que yo le "robara" a su amorcito, volvía a ser amiga mía como siempre, y me confiaba todos los pensamientos sobre su relación con Javier, todo aquello que le sucedía con él, que tal día se habían besado y otras cosas de ese estilo.
Sin embargo, cada vez que me lo encontraba, en vez de imaginarme al chico guapo y sensible que evocaba cuando Laura me hablaba de él, y eso que tenía que hacer un esfuerzo para imaginarlo así, siempre me parecía el mismo chulo con cazadora-la cazadora es una de las cosas que más recuerdo de él ese verano-.
-¿Qué tal todo?-me decía cada vez, con ese aire insoportablemente indiferente. Era algo que yo no podía ni aguantar.
-Todo bien, como siempre-respondía con una sonrisa, por mi amistad con Laura; sino hubiera sido por eso, lo mandaría a paseo cada día que lo encontrase.
Y él, como siempre, me observaba sorprendido, como si esperase algo más que aquel breve intercambio de palabras, como si estuviera seguro de que yo hablaría horas y horas con él si pudiese. Nada más lejos de la realidad. Por impulso no me gustan los chicos malos, y menos si son por añadidura unos chulos baratos. Nunca. Ni loca. Hablando por teléfono con Mónica, mi mejor amiga de Barcelona, le comentaba:
-Ese chico es muy, muy raro. A veces parece que quiera hablar conmigo, menos cuando está Laura delante, entonces sólo me observa como siempre y se queda charlando con Laura de tonterías varias, como si no se atreviera a hablar en serio con su novia conmigo delante.
-A lo mejor es que le gustas-aventuró ella.
-¡Sí, claro! Además, si fuera así, conmigo lo tiene claro. No puedo soportarle.
-Del odio al amor hay un paso...-canturreó ella, burlona.
-¡No, en serio! Es el típico... "chulito" de ciudad... en un pueblo-expliqué.
-Entonces presentamelo-pidió Mónica, a la que le encantan los chicos malos, a diferencia de mí.
-Ya lo haré, adiós fea.
-Hala, adiós. ¡Y a ver si te metes un poco en Facebook que se te echa de menos por allí!
-Vale, vale... lo haré. Hasta luego.
Colgué el teléfono y me puse a pensar; "¿y si le gusto de verdad? no, es demasiado imposible... ¿para qué querría salir conmigo un chico como él, tan... pasota? Seguro que sigue con Laura mucho tiempo más, y además Laura es amiga mía y a mí él no me gusta, de modo que tampoco llegaríamos muy lejos. En realidad, ni siquiera le daría oportunidad de pedirme salir, ¡o Laura se moriría de rabia! Y para una buena amiga que he hecho aquí, no voy a perderla por un estúpido chico".
Decidí dar un paseo por la playa para aclarar mis ideas. Ese lugar, ya lo he dicho antes, me parece el mejor "pensadero" del universo entero.
Bajé por el pequeño sendero que conduce a la cala desde la casa de mi abuela, tan bien situada para estas ocasiones. Era casi la puesta de sol, y pensé en que tal vez Javier y Laura estarían allí, en plan romántico... pero no tenían por qué estar allí ese mismo día, ¿no? Seguro que cada cual estaría en su casa o en el solar que parecía ser el punto de reunión de la pandilla.
-Mamá, voy a salir un rato a la playa-avisé a mi madre, que aparecía en aquel momento por el jardín.
-¿Con quién vas?
-Voy sola, mamá-suspiré. A veces me fastidia que intente controlarme de esa manera; ya soy mayorcita, ¿no?
-Vale, cariño, pero vuelve cuanto antes. Esta noche habíamos planeado ir a cenar toda la familia a Mario's. Ya sabes, han pasado unos cuantos días y todavía no hemos hecho un plan juntos.
-¡Genial!-dije. Aunque ahora tenía amigos que pensaban que ir a cualquier sitio con padres era de idiotas, tampoco me importaba demasiado; yo no soy de las que se sienten incómodas con su familia, creo que porque les quiero de verdad, así que no tengo reparos en ir con ellos al cine o a cenar.
Bajé a la playa, pensando en todo aquello que Mónica me había dicho. No imaginaba lo que iba a encontrar en la playa...

martes, 27 de julio de 2010

Episodio 11: ¿Javier me defiende?

Después de la lluvia de cohetes quise irme a casa. Estaba aliviada; parecía que nadie se había enterado del ruido ni del jaleo. ¡Y yo pensando que estaba prohibido! Seré tonta... seguro que estos chicos ya han hecho lo mismo muchas veces antes y les han dejado...
Me despido de todos mis nuevos amigos y me marcho para casa. Estaba ya lejos de la playa cuando noté que me faltaba algo: "¡la bolsa!" Me había dejado la bolsa que había llevado aquella noche. Bajé a buscarla rápidamente, era posible que ya no hubiera nadie en la playa, tal vez se habían ido una vez terminados los cohetes, o seguían allí... esperaba que se hubieran ido, porque siempre me gusta contemplar la cala de noche.
Cuando llegué y bajé entre las rocas, mi corazón dio un vuelco; un coche de policía. Estaba aparcado en la playa, y un par de oficiales hablaban con mis amigos. Sostenían algo en la mano; parecían los cohetes que habían sobrado. Fui hacia ellos, de todas formas los polis ya me habían visto, así que no tenía nada que perder.
-¿Tienes algo que ver con esto, jovencita?-me preguntó uno de los policías en cuanto me acerqué lo suficiente. Laura me miraba asustada, y yo iba a asentir y a suplicar piedad cuando salió Javier de entre sus amigos:
-Ella no estaba enterada de esto, es la primera vez que viene por aquí y no sabía que fuera algo prohibido. No se lo diga a sus padres, sólo está de vacaciones.
-Hum... ¿cómo te llamas?-me preguntó el tipo que me había llamado "jovencita", algo que me parece anticuado y patético.
-Paula Martín... señor-contuve un impulso de devolverle el "jovencito" a él, porque no parecía demasiado mayor. Como máximo tendría veinte años.
-La nieta de María José Martín-murmuró-creo que no deberíamos dar a tu abuela un disgusto con esto, ¿eh? Pero que no se repita.
-Por supuesto-contesté, y añadí en un momento heroico-vamos, Laura.
-¿Laura?-dijo el policía.
-Sí, es que... se queda hoy a dormir a mi casa. En realidad, yo la he arrastrado hasta aquí diciéndole que no haríamos nada malo, así que ella no tiene la culpa.
-Entonces, podéis iros-respondió el poli mayor a regañadientes.
La cogí de la mano y la arrastré conmigo.
-¿Por qué has hecho eso?-me preguntó, sorprendida.
-Porque se te notaba que tú no querías tirar ningún cohete, así que yo tengo tan poca culpa de esto como tú. Agradécemelo y punto.
-Vale... gracias. Oye, ¿conocías a Javier antes de este verano?
-No, ¿por qué?
-Pues porque...-dijo Laura, sorprendida y algo celosa-él nunca ha defendido a nadie, a no ser que fuera un gran amigo suyo, y a veces ni siquiera a ellos. Es extraño que te haya ayudado a ti y no a mí, ¿no crees?
-¿No estarás celosa?-pregunté, comprendiendo-eh, tú tranquila. A mí Javier no me interesa para nada, en serio. Ni siquiera como amigo, imagínate.
-Ah, vale. Pensaba que con todo este rollo de la pandilla...
-No, hombre, no. No soy de las que van ligando con los novios de sus amigas, y además, acabáis de resolver el enfado en la playa, ¿no?
-No del todo, sólo hemos hablado un poco, pero ahora ya no hay tanta tensión. Tienes razón, Javier no me va a dejar, seguro.
Ambas llegamos a mi casa, y sin contarles nada del incidente a mis padres, sólo que Laura se quedaba a dormir aquella noche, nos fuimos a la cama.

100 visitas!!!

Ya hemos llegado a las 100 visitas!!! Aunque han pasado muy pocos días desde que comenzó el blog, ya hemos reunido aquí a 100 blogueros.
Estos días he conocido otros blogueros y otros blogs, y hay uno, Marta (www.enganchateamarta.blogspot.com) que me ha gustado especialmente. ¡Os lo recomiendo, seguro que os engancháis! Son como las patatas... comes una y luego no paras, jeje...
Dentro de poco, comenzaré a renovar aplicaciones y diseño del blog, para que no siempre sea la misma página la que encontréis al reconectaros, ok?
un beso a todos.

lunes, 26 de julio de 2010

Décimo episodio: cohetes en la playa

Aquella noche bajé a la playa tras avisar a mis padres. Creo que éstos pensaba que iría a casa de Blanca o de Paloma, e incluso me dijeron que les diera recuerdos de su parte. Si hubieran sabido con qué gente me iba, lo que iba a hacer... si yo misma lo hubiera sabido semanas antes, tampoco me habría entusiasmado con la idea. Pero mi afán de encajar con el resto de gente, o de tener al menos vida social, como estaba acostumbrada, era mayor que la voz de mi conciencia, que me decía que podía acabar en un lío si la policía nos pillaba a mí a mis amigos en la playa con cohetes. Era solo el segundo día, demasiado pronto como para meterme en un lío, ¿no?
-¡Has venido!-exclamó Laura al verme. Parecía contenta, pero creo que estaba algo nerviosa, supongo que por haberme confiado un secreto suyo.
-Aquí estoy... ¿seguro que no haremos nada malo?
-Me han dicho que es seguro-respondió ella, pero la misma parecía poco convencida.
Bajamos con los demás a la cala, que a la luz de la luna era más encantadora que nunca. Algunos habían comprado botellas de refresco en el supermercado, que se iban pasando de mano en mano. Todos reían y charlaban al mismo tiempo, quitándose la palabra unos a otros; yo me sentía en mi salsa en aquel ambiente relajado, pero no sabía cuánto tiempo más duraría aquella escena y pasaríamos a la de armar follón. En un pueblo tan pequeño, cualquier lío puede acabar en desgracia, cosa que no pasa en una gran ciudad, donde los policías tienen más ocupaciones y más delincuencia con la que acabar como para preocuparse de unos adolescentes con ganas de fiesta.
-Venga, chicos, se nos acaba el tiempo. Paula se va a las doce y aún no ha podido ver nada; tendremos que adelantarlo todo-explicó Mario, uno de los chicos que había conocido esa noche.
-Por mí no lo cambiéis, por favor. No me importa, lo veré otro día, me quedo aquí dos meses-dije, intentando fingir que era para mí un sacrificio en lo meterme en su barullo. Debí fingir demasiado bien, porque todos comenzaron a pedirme que me quedara allí con ellos, que no les importaba adelantarlo. Incluso las chicas más despreciativas por mi aspecto "de ciudad", que para ellas significaba no llevar ropa oscura ni botas militares-las "amigas" de las que me había hablado Laura por teléfono-no querían que me fuera sin haber visto a la pandilla en plena acción, quizá para demostrarme que eran más duros de lo que imaginaba.
Comenzaron a sacar cohetes de las mochilas, los petardos más grandes que les habían sobrado de la noche de San Juan. Algunos traían mecheros, y de paso se encendieron unos cuantos pitillos, que dejaron al poco tiempo, intentando ocultar sus accesos de tos. Me dieron ganas de reírme, pero decidí salvar las apariencias y dejar pasar un poco de tiempo antes de reírme con confianza.
-Venga, encenderlos de una vez-dijo Laura, nerviosa.
-Vale... no te pongas así-murmuró Javier.
-Así, ¿cómo? Sólo he dicho que los enciendan, nada más. ¿Qué te pasa últimamente?-dijo Laura, enfadada.
-No me pasa nada, eres tú quién está rara-replicó el chico.
Todos habían callado y observaban, excepto un par de chicos que seguían en torno al mechero, intentando encender los cohetes.
-Eso no es verdad, siempre me evitas, haces ver que no estoy, ni siquiera me llamas-gritó Laura, ajena a todas las miradas.
-Mira, si crees que no quiero salir contigo, ¿por qué no me lo dices de una vez?
-¡Parece que no quieras!
-¡Pues te parece mal!
Acabaron los dos callados, mirándose mutuamente el uno al otro, con los ojos llameantes de furia. De pronto, uno de los cohetes estalló, sobresaltándoles a ambos, que miraron en torno a ellos y descubrieron a todo su grupo atento a la discusión.
-¿Puedes venir un momento?-preguntó Javier en voz baja.
-Sí-masculló Laura.
Los dos se fueron hacia las rocas, separados del resto. Les vi hablando, y justo cuando estallaba el segundo cohete, se escondieron algo más entre las rocas. Al cabo de un rato vi de reojo que se besaban. "Laura debería dejar los besos y decirle que no le conoce bien, que es la verdad" pensé.
Pero ellos volvieron juntos y no pude hablar con ella. Los cohetes estallaban uno tras otro, creando una lluvia multicolor en el cielo, que parecía descender hasta el océano.


domingo, 25 de julio de 2010

Y llegamos a las 60 visitas

Hola blogueros!!!
Es la primera vez que mi blog llega a tener 60 visitantes. Estoy muy contenta por eso, y quería volver a agradeceros que os paséis por aquí. Y también a todas las wamberas que leyeron en la sección de comentarios de Wambie la URL de mi blog y se pasaron, que sé que son muchas. Cuando lleguemos a las 100 visitas, cambiaré el diseño del blog y añadiré nuevos juegos y aplicaciones.
Un abrazo a todos y seguid disfrutando con mi historia de amor,
Paula

Noveno episodio: un consejo

Aquella misma tarde, cuando ya había abandonado a mis nuevos amigos hasta la noche, recibí una llamada al móvil. Era Laura, la chica de la pandilla que mejor me había caído, y la novia de Javier.
-¿Sigue en pie lo de esta noche?-me preguntó en cuanto descolgué.
-Supongo, si tú vas, porque no conozco demasiado al resto...
-Yo no sé si voy a ir-suspiró ella-es que... mira, tú pareces de fiar, no como mis otras amigas, y creo que puedo contarte lo que sea.
-Sí, aunque si es algo muy gordo...
-Para ti no, aunque para mis amigas sería una buena noticia. Es que... Javier está algo raro. Acabo de quedar con él y casi no hablaba. Ya sabes, nosotros salimos y no me parece normal en él.
A mí me sorprendió enormemente el que me confiara sus asuntos amorosos cuando no hacía ni un día que nos conocíamos. Pero quise darle un buen consejo, así que a eso fui;
-Creo que ese chico es un poco indiferente a los demás. No te ofendas por lo que voy a decirte, pero me parece que para él lo vuestro es sólo un juego. Parece el tipo de chico al que no le importan mucho los sentimientos de los demás. Pero tú le conoces mejor que yo, así que tú sabrás.
-En realidad, nadie sabe demasiado de Javier-explicó Laura, que no parecía contrariada por ello- lo único que sabemos es que es un buen chico, no el típico idiota, como lo son otros en mi grupo. No, él no es así. A pesar de eso, no le conozco mucho, salimos desde hace dos meses, pero aun así, siempre ha sido algo misterioso. Por ejemplo, no habla nunca de su familia. Nosotros no lo hacemos mucho, pero a él no le hemos podido sacar siquiera el nombre de sus padres. No es normal, ¿verdad? No me lo ha dicho ni a mí, que soy su novia.
-No sé a dónde quieres llegar-dije-pero si te trata así, tal vez sería mejor que lo hablaras con él. Y si no hay confianza, a lo mejor es que... no hacéis buena pareja.
-Pero yo le quiero, él lo sabe-suspiró-lo que no sé es si él me quiere a mí.
-Si no lo sabes después de dos meses, es difícil que lo vayas a saber más tarde, ¿no crees?
-Sí, tal vez tengas razón. Lo pensaré. Oh, y... gracias por el consejo. Seguro que te habrá sorprendido que hable contigo de esto, pero catalogo rápido a la gente, y sabía que tú eras de las buenas.
-¿De las buenas?-repetí, sin comprender.
-Para que lo entiendas... que no eres como Blanca y Paloma.
-Lo tomaré como un cumplido-dije riendo, a modo de despedida.
Lo tenía claro; Laura me caía bien.

Octavo episodio: reacción extraña

Pensé que Javier se enfadaría sin remedio por la contestación, que me llamaría de todo y que el resto de sus amigos, burlándose de mí, me echarían de la pandilla. Sobretodo su novia, la única que me había inspirado alguna confianza.
Sin embargo, Javier sólo se quedó mirándome con asombro, quizá porque no estaba acostumbrado a que nadie le plantase cara. Tras unos segundos, en los que me mantuve en el aire con respecto a mi entrada en la panda, aunque mi convicción de que me echarían casi rayaba en la total seguridad, dijo:
-Eres... rara, ¿lo sabías?
Y yo, que parecía dispuesta a enfadarle, repliqué:
-Entonces nos parecemos bastante.
Él simplemente se rió y me dio la bienvenida a la pandilla. Yo había querido ir a la otra pandilla, para no encontrarme con él y su estupidez, pero era demasiado tarde para echarse atrás. La novia de Javier, aunque al principio se quedó en silencio por mi forma de hablarle a su novio, ahora volvía a dirigirme la palabra, pues parecía evidente que el chico no se había enfadado por ello.
-Aquí lo pasarás mucho mejor que con esas dos pijas-me dijo-espero que te dejen salir por la noche; al fin y al cabo, estás en un pueblo. ¿Hasta qué hora puedes salir?
-Hasta las doce-respondí, segura de que mi madre me dejaría quedarme hasta esa hora.
-Es menos de lo que esperaba, pero te da tiempo de todo. Esta noche vamos a tirar cohetes en la playa, ¿quieres venir?
-¿No es peligroso?-pregunté.
-No, si tienes cuidado.
Asentí con la cabeza, a pesar de que no estaba demasiado convencida. Aquella noche tenía que ir con ellos, no quería quedar como una "colgada". Así que, pasara lo que pasara, estaba decidida a acudir. Si no fuera por ese par de chicos idiotas que no paraban de hacer bromas y de mirar a las chicas con expresiones extrañas...

sábado, 24 de julio de 2010

Séptimo episodio; problemas de pandilla

En cuanto llegué al lugar donde solían reunirse todos los miembros de la pandilla, el solar enfrente de la escuela, los vi a todos con poses de "chicos malos" más auténticas que las de Blanca y Paloma pero tan irritantes como la de Javier. Sacudí la cabeza, intentando no pensar en ese chico, y me dirigí hacia ellos.
-¿Quién eres, preciosa?-me gritó uno cuando me acercaba."Ya es una mala señal" dijo una voz en mi mente. "Son la única alternativa que tengo"le repliqué.
-Me llamo Paula... Paula Martín-me presenté.
-¿Y buscas compañía?-preguntó otro chico, que tenía pinta de esmirriado. Se produjeron risas entre todos.
-Me voy a quedar en verano y me preguntaba...-dije,algo cortada por el aspecto de mis supuestos nuevos amigos.
-¿Si puedes quedarte con nosotros?-terminó una chica con pinta de simpática-espera, ¿no serás esa chica de la que me habló Javier el otro día? Entonces, seguro que conoces a Blanca y a Paloma. No me extraña que quieras venirte con nosotros después de haberlas conocido.
-¿Las conoces?-pregunté.
-Por supuesto; ellas se han encargado de que las conozca todo el mundo. ¡Se creen que son las princesas del barrio por caer bien a nuestros padres! Pero no tienen más amigos que ellas mismas...
-Y Javier-añadí. Aquella chica me caía bien, pero aún no sentía demasiada confianza.
-Eh... sí, ellas piensas que Javier es amigo suyo, el mejor amigo que se puede tener. Según me ha contado, Blanca no le deja en paz ni un segundo. ¡Es una pena que Javier no esté libre!
-¿No lo está?-preguntó uno de los chicos de la banda, mirándola con curiosidad.
-No... sale conmigo-admitió la chica, repentinamente avergonzada.
-¿Contigo?
-¿Hay algún problema en eso?-dijo una voz. Todos nos giramos y vimos a Javier, apareciendo por una esquina del solar. Sonreía y saludaba, y de pronto, al verme a mí, se quedó parado un momento.
-¿Qué haces aquí?-me preguntó con descaro-no habrás venido de parte de Blanca y Paloma...
-Ellas no son mis amigas. Y, si tienes algún problema con que esté aquí, ya puedes irte-respondí, enfadada.
Toda la pandilla se quedó mirándome estupefacta. Entonces comprendí que aquella era la pandilla de Javier, y que posiblemente él era el líder de sus amigos.
¿Qué pasaría ahora?

Gracias por el apoyo

Gracias a todos aquellos que habéis visitado mi blog. La mayoría de blogs que he creado no tenían una sola visita. Pensé que no volvería a hacer un blog, pero al recordar mi historia de amor, supe que tenía que compartirlo con todos los internautas. Ahora os lo agradezco porque me dais ánimos para seguir adelante con esto y expresarlo.
Oh, por cierto, dejad comentarios con las direcciones de vuestros blogs, si tenéis, o de vuestros sitios web favoritos, estoy buscando blogs y sites para poner en mi aplicación "Otras webs" y comentar en sus blogs, algo que siempre gusta, lo sé por experiencia.
¡Acompañadme en mi aventura! Tal vez ahora los episodios son aburridos, pero no he llegado a la parte en la que "alguien" y yo comenzamos a conocernos mejor... ¿sabéis ya a quien me refiero? espero que sí.
Gracias otra vez,
Paula

Sexto episodio: sin resignación

Pasé los primeros días con auténtico enfado, mezclado con la tristeza y las recriminaciones por haberme dejado engañar, al igual que los adultos, por la cara bonita y la sonrisa de Blanca. La verdad es que casi me dolía saber cómo era esa chica y no haberme dado cuenta de sus intenciones. Lo de Paloma me daba igual, ya que ella era sólo un títere de Blanca, y era posible que ni siquiera sus sentimientos de antipatía hacia mí fueran reales, como no lo eran los míos, pues nunca me había atacado directamente, sino asintiendo a los ataques de Blanca, como siempre. Más de una vez estuve tentada de preguntarle si no era muy aburrido eso de pasarse la vida imitando a otra persona, pero comprendí que tampoco podría obtener una respuesta satisfactoria.
¿Cómo, entonces, pasar el resto del verano? Mi corazón, esperanzado el primer día con salidas y conversaciones entre otros adolescentes, ahora no podía resignarse a la idea de tener el mismo verano de siempre. El resto de años había sido soportable; lo era porque yo no tenía tan marcado como ahora el sentido de las amigas, éstas eran sólo para el colegio, y para invitarlas a casa alguna vez. Ahora, en cambio, mis amigos eran gran parte de mi mundo, así que no podía dejar de estar con ellos, o quedarme sola, sin un solo amigo a quien acudir, durante dos meses. ¿Qué significaba aquello? Decidí no resignarme esta vez, y fui al solar que había frente a la escuela; había pensado en ir al encuentro de una de las pandillas del pueblo. Aunque, desde luego, no a la de Javier...

Quinto episodio: a dos caras

¡Qué gran verdad cuando se dice de algunas personas que tienen dos caras! Eso lo pude descubrir aquel mismo verano, al tratar con Blanca por segunda vez.
Me encontraba aburrida en casa, ya que mis padres habían ido a retomar las relaciones con sus amigos, abandonadas durante el invierno y el otoño, tras prometerme que en cuanto volvieran nos iríamos los tres a la playa-los pequeños estaban con el abuelo, que les entretenía con todo su empeño en juegos y demás actividades-. Yo les dije que iría a ver a Blanca y a Paloma, pues me había comprometido el día anterior.
-Son unas niñas muy monas, Paula. Procura estar con ellas-me indicó mi madre, que, como todos los adultos del pueblo, y a pesar de mis quejas constantes de cada verano, cree que Blanca "es una chica bien educada, simpática, responsable y generosa". ¡Si los adultos mirasen más allá de vez en cuando!
Me despedí de los abuelos y fui a la plaza del pueblo. Sólo podían estar allí, en el parque o en la playa, así que buscarlas no me llevaría mucho tiempo.
Las encontré, como esperaba, en la plaza; vestían, al contrario de los vestidos ibicencos que siempre lucían en verano, con sus cabellos recogidos en lazos, unos shorts vaqueros y camisas escotadas. El pelo suelto, gafas de sol panorámicas, y unos ojos que, escondidos tras ellas, miraban ávidamente en busca de alguien que yo creía conocer.
-¡Hola!-saludé acercándome. Me pareció algo extraña la mirada de Paloma; como si le fastidiara intensamente mi llegada.
-Ahora estamos ocupadas-me soltó Blanca nada más acercarme. Después me miró a los ojos y añadió-por cierto, no te creas que eres popular sólo porque Javier quisiera llevarte en moto. A mí me parece que lo hizo porque le dabas pena. Ah, y ni se te ocurra quedarte con nosotras para conocerle mejor, porque ya me ha dicho que le gusto. Pierdes el tiempo, ¿sabes?
-¿Te ha dicho que le gustas?-exclamó Paloma, sorprendida. Blanca la fulminó con la mirada y ella se corrigió-¡ah! sí, es verdad. Lo ha dicho.
-Ni siquiera me acordaba de ese chico-dije con enfado-¿qué pasa? ¿ahora me odias?
-Sabes que nunca me has caído bien-dijo Blanca.
-Entonces podrías habérmelo dicho ayer, así me habría ahorrado esta visita. Pero ayer, en cambio, estuviste muy simpática... ¡oh, ya entiendo!-exclamé. Todo había sido por dar buena impresión a Javier. Por eso se vestían así ahora, para parecer "chicas malas", y para ellas vestir así debía serlo, supuse. Enseñar mucho no tenía nada que ver con ser "mala", sólo con ser patética, a mi entender.
De pronto, el chico apareció por una esquina, siempre con ese aire indiferente que me ponía tan nerviosa.
-Hola otra vez-me dijo, volviendo a mirarme como si fuera un chicle en el zapato.
-No te voy a entretener... tus fans están esperando-contesté, marchándome.
Mientras me iba, pude sentir su mirada clavada en mi nuca, pero eso no me importaba... me dirigí hacia la cala y me apoyé en el pasamanos de madera que llevaba hasta el mar. Sólo sentía la tristeza de descubrir que una supuesta amiga sólo es una chica de dos caras.


Cuarto episodio: el chico malo

Bajé a la playa tras avisar a mis padres de que me iba un momento a saludar a unas amigas. Ellos, sabiendo la poca simpatía que me provocaban Blanca y Paloma, asintieron, aprovechando la primera oportunidad que vieron de que intimáramos un poco. Yo sonreí forzadamente, ya que mis motivos no coincidían para nada con los suyos. Era todo tan distinto a como ellos se imaginaban... lo único por lo que quería ver a las dos chicas entonces era para no verlas más los próximos dos meses, excepto en las fiestas o reuniones del pueblo, donde el encuentro sería obligado.
Mientras paseaba por la cala, disfrutando de la brisa marina que agitaba mis cabellos como sólo ese aire puede hacerlo, las descubrí tras unas rocas, el mismo sitio donde estaban minutos antes. "Cuanto antes mejor" pensé, y tras esbozar una nueva sonrisa falsa de saludo, caminé hasta ellas, que ni me vieron, ya que estaban ocupadas en reírse tontamente de cada cosa que el chico que las acompañaba decía.
-¡Chicas! ¿Qué tal todo?-pregunté, avanzando hacia ellas.
-¡Paula! ¡Cuánto tiempo! Nos preguntábamos cuándo vendrías...-exclamó Blanca, sonriendo.
Mientras embutíamos los nueve meses de curso en una conversación de minutos, me pareció que aquel año Blanca y Paloma estaban increíblemente simpáticas. Pensé que tal vez habían decidido tragarse su chulería, que habían madurado. No me importaría ser amiga suya si todos los días son así, pensé.
-Por cierto, Paula, ¿conoces a Javier?-preguntó Paloma, observando al chico de la cazadora con una sonrisa embelesada.
-¿Qué hay?-saludó él, mirándome de arriba abajo y volviendo a su postura indiferente-me han dicho que pasas los veranos aquí. ¿Dónde vives?
-En casa de María José y Jorge, son mis abuelos-respondí, casi sin mirarle. No me gustan los chicos que van por la vida como si todo les resbale. Y aquel en concreto, con su absurda cazadora en pleno verano, el pelo castaño chorreante de gomina y su mirada prepotente, me gustó menos que ninguno.
-Ahora tengo que volver a casa para ayudar con las maletas-me disculpé-nos vemos mañana.
-Si quieres, te llevo-dijo el chico, señalando una moto de montaña, de las que no necesitan carné para ser conducidas.
-No, gracias-me negué. No quería ni siquiera ver otra vez a ese chico, y la mirada asesina de Blanca me puso en aviso; el chico estaba ocupado. O al menos, ella parecía empeñada en conseguirlo...

jueves, 22 de julio de 2010

Presentación


Hola a tod@s!!!!
Soy Paula Martín. Tengo quince años y hace poco viví una increíble historia de amor, casi de película, que me gustaría compartir con el mundo. Puede que a muchos les parezca una estupidez, y otros opinen que esta historia no es para nada increíble o interesante. Yo también lo creía una estupidez al principio, pero no quiero quedarme con esto, y a aquellos que no les entretenga este blog ni su historia, no hay más que salir de él.
Si hay algo de lo que estoy segura es de que muchas otras adolescentes querrán saber la historia, por eso, aquí la dejo.
Todo comenzó una tarde de verano...

Tercer episodio: Mi llegada


En cuanto llegué a la finca de mis abuelos, una de las más bonitas del pueblo, he de reconocerlo. Construcción de piedra y madera, amplias ventanas, terrazas repletas de flores, una vista impresionante de la bonita cala de la que ya os hablé.
-¡Hola, chicos!-dijo mi abuela, corriendo a nuestro encuentro, con la prisa lenta propia de una señora mayor. Mis hermanos y yo bajamos del coche antes que nuestros padres, que se quedaron a descargar las maletas-¡Marc, cómo has crecido! ¡Y tú también, María!
Me observó a mí a continuación, mi aspecto enfurr
uñado y mis labios que formaban una sonrisa de plástico a modo de saludo.
-Paula...
-Hola, abuela-dije, esta vez con sincera alegría. La voz de la abuela tiene algo que a la vez me alegra y me hace confiar en ella y en mí misma. Hacía tanto que no tenía el privilegio de escucharla...
-¿Dónde están tus padres?-me preguntó tras un abrazo.
-Con las maletas.
Se fue rápidamente con sus pantuflas a recibirlos, dejándonos a la entrada de la casa. Mis hermanos me interrogaron con la mirada y yo
les indiqué que entrasen. Ellos acataron la orden con sorprendente rapidez, y se abalanzaron sobre la puerta, desapareciendo a continuación por el pasillo, posiblemente en busca de mi abuelo.
Yo, en cambio, sabía por experiencia que aquella era la hora de siesta del abuelo, así que me dirigí a mi cuarto, que supuse que sería el de siempre.
Me quedé observando la playa desde el ventanal de mi habitación, tras depositar mi maleta sobre la cama, demasiado desganada para ordenar toda la ropa enseguida.
De pronto, vislumbré a tres adolescentes en la playa; dos eran chicas y el otro, un chico que, a pesar del calor que hacía, parecía llevar una especie de cazadora negra. Las chicas, en cambio, lucían un bikini, y charlaban y reían con él.
Suspiré. Algún día tendría que retomar mi relación, aunque superficial, de cada verano, con Blanca y Paloma. Mejor hacerlo desde
aquel momento y quitarse de encima la tensión del primer saludo. ¿Quién sería el chico que las acompañaba?

Segundo episodio: llegando a mi destino

Entre mis quejas y mis súplicas por quedarme, y mis reflexiones silenciosas sobre los peores meses de mi vida-por supuesto en ese lugar-se me acabó el tiempo de suplicar y comenzó el de pedir un milagro, porque nos íbamos de viaje aquel mismo día, 1 de julio, al pueblo de mis abuelos.
Cualquiera querría irse de viaje; pues bien, yo no. Jamás he querido hacerlo, cuando era para ir a ese "reducto de viejos y de niñatos creídos que se creen importantes por vivir en un pueblo que no supera los 500 habitantes", cuyo nombre era en mi mente el del pueblo.
-¡Todos al coche!-exclamó mi padre, dándome una cariñosa palmada en la espalda, y me susurró-estarás con nosotros, lo pasaremos bien. Haremos excursiones y estaremos mucho tiempo juntos.
Yo asentí con una sonrisa, pero el pasar dos meses solo con mi familia no me convencía. Desde luego que adoro a mi familia, y agradecí a mi padre el que planeara excursiones y no solo salidas con sus amigos, que era a lo que se dedicaba en verano con mamá, a eso y a charlar largamente con mis abuelos, mientras que yo me preguntaba por qué eran mis padres quienes salían cada noche y no yo, que también era mayorcita. Nunca me respondía, porque la respuesta no era agradable; yo no tenía amigos y ellos sí.
El viaje se pasó rápidamente, con la música de los 40 principales y los viejos cassetes de La Oreja de Van Gogh las dos horas fueron cubiertas casi sin que nos diéramos cuenta.
Yo, sin embargo, no quise bajar del coche; me esperaba otro verano aburrido y silencioso...

Todo comenzó una tarde de verano...

Todo comenzó una tarde de verano.
Yo estaba en mi casa, preparándome para ir al pueblo de mi abuela, para pasar allí dos meses de las vacaciones.
-¿He de ir? ¿No puedo quedarme con la tía Carmen?-pregunté a mi madre cuando entró en la habitación para ayudarme.
-Cariño, hace meses que no ves a la abuela-me dijo ella-has de ir, sabes que te está esperando. No puede ser que siempre te quejes a la hora de ir a verla, ¡ella no puede venir a visitarnos siempre!
-Lo sé, pero...
-Déjate de peros. Acabarás pasándolo bien, lo sabes-me animó-siempre acabas pasándolo bien.
-Vale, mamá.
En mi interior, no estaba de acuerdo con aquella afirmación. Nunca lo pasaba bien en el pueblo de mi abuela, que más parecía un poblado que un verdadero pueblecito costero.
Unas cuantas casas de piedra, todas ellas con jardín, una pequeña escuela a las afueras-aunque allí no había apenas niños de su edad-un par de tiendas, un supermercado de reciente creación, para evitar a los abuelos tener que andar de un lado a otro del pueblo, pasando por miles de paradas de comida, como en la antigüedad. Tampoco faltaban la iglesia y la plaza, donde todos los pueblerinos se reunían por la tarde, para charlar y dar de comer a las palomas.
Al lado de aquella aldea, la playa. Realmente bonita, he de admitirlo. Una cala preciosa, que brillaba al ponerse el sol, dando a sus aguas destellos increíbles... en los días de viento, las olas parecían enfurecerse y rompían con fuerza contra las rocas, provocando salpicaduras que casi llegaban hasta las gaviotas que surcaban el cielo con su lento vuelo.

Aun así, yo no quería ir. Era demasiado aburrido para mí. Yo entonces no sabía apreciar la belleza de todo aquello, era una chica fiestera y muy sociable, y allí no había apenas un adolescente con el que matar el rato. Mis únicos conocidos eran mi familia-es decir, mis abuelos, mis padres, y María y Marc, mis hermanos de dos y seis años-y dos chicas del pueblo; Blanca y Paloma. Lo cierto es que eran para mí insoportables. Blanca, como hija del alcalde de ese pequeño pueblo, y al haber tan pocos chicos de su edad, se creía la reina de su pequeño universo. Era una chica con el pelo rubio, que ella se encargaba de alisar cada mañana con ayuda de su secador, los ojos grandes y azules, altura considerable, largas pestañas y de constitución delgada. Realmente, parecía hecha para despreciar a los demás, algo que cumplía con todo el mundo, excepto con su amiga de la escuela, Paloma.
Ella era, al contrario, una chica bien común, que pasaba el tiempo adorando y asintiendo a todo aquello que Blanca decía. Realmente, era el tipo de chica ideal para compañera de Blanca, que no soportaría otra opinión que la suya propia, ni que los halagos de dirigieran a nadie más que a ella. Siendo Paloma una chica de pelo castaño y ondulado, no muy largo, pequeños ojos castaños, bajita y de constitución corriente. La típica chica que no llamaría a nadie la atención.
A parte de esas dos princesas engreídas, habían dos pandillas de chicos y chicas que nunca me habían gustado especialmente, por su ambiente cerrado al resto, y en el caso de la primera pandilla, por su afición a las travesuras estúpidas, consistentes en fastidiar a los demás.
"¿Por qué debo ir?" pensé. "Ojalá mi verano fuera por una vez interesante".
No sabía lo que me esperaba en aquellos dos meses, lo intensamente que viviría ese verano de sol, de mar y de montañas...