Hola, soy Paula Martín. Hace un tiempo viví una entrañable historia de amor, que he querido compartir con todos los internautas que se pasen por aquí. Viajad con vuestra imaginación a las playas, los campos, las casas de piedra y el sol de verano...
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jueves, 30 de septiembre de 2010

Hola!

Hola a todass!!
en primer lugar, lo siento muchísimo porque apenas he publicado estos días, pero es que he estado muy ocupada escribiendo mi novela y haciendo deberes, y no me daba tiempo de nada.
Os prometo que, en cuanto pueda, escribiré entradas en todos los blogs y entraré en los vuestros.
¡Mil gracias y mil veces SORRY!!!!!
un beso,
pauli*

viernes, 24 de septiembre de 2010

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Episodio 30: silencio y conversación

Tras aquel episodio tan desastroso, él no volvió a hablar conmigo. Ni siquiera una llamada, un mensaje... nada. Desde luego, ni hablar de llamar a mi puerta como hacía antes. Además, cada vez que iba con la pandilla y tenía la esperanza de encontrármelo, no estaba. Según ellos, se había ido hacía poco.
Se lo conté a Laura.
-Le dije que no y ahora ni siquiera lo veo-le expliqué.
-¿Qué esperabas? Tiene su orgullo. No va a seguirte como un perrito faldero si le das calabazas-me dijo con una sonrisa irónica.
-Bueno, pero yo lo dije porque... estaba de un creído... si no, le hubiera dicho que sí.
-Pues como no vayas a contárselo... despídete de él para el resto del verano. Ninguna chica le había hecho algo así.
-No, si se notaba-repliqué yo-. Cuando me pidió salir, me lo dijo como si aquel fuera mi único sueño en la vida.
-¿Y... no era así?
-Pues claro que no-respondí, indignada-él es mi amigo, no mi amo. Que se entere.
-Ya me he enterado-dijo Javier, apareciendo por detrás nuestro. Me sobresalté y le observé. No parecía enfadado, sino tranquilo.
-Javier, yo...
-Ya, ya lo sé. No solo he oído el desastroso final de la conversación, ¿sabes?-sonrió y yo me tranquilicé también-. Lo siento, ya sé que fui un creído. Gracias por bajarme los humos.
-De... nada.
-Bueno, entonces ¿qué? ¿Quieres que quedemos?
Laura nos estaba mirando. La miré a los ojos, preocupada. No quería perderla como amiga; era la única verdadera que tenía en aquel pueblo.
Ella, sin embargo, asintió con la mirada, y entendí que era completamente sincera conmigo. Quería lo mismo que yo.
-Vale-asentí, contenta.
Quedamos a las nueve en el restaurante del pueblo-el único, como ya os dije-. Ahora tenía que esperar con el nerviosismo de la primera cita... quería experimentarlo por una vez.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Episodio 29: es mejor que no

Al cabo de unos días tras la irrupción de Blanca en mi casa, ocurrió algo que no creo que olvide nunca, porque nunca se olvida la primera vez... aunque termine en desastre.
Lo que pasó fue que estábamos Javier, Laura y yo por el pueblo, como siempre. Era por la tarde, habíamos comido hacía muy poco, e íbamos a encontrarnos con el resto de la pandilla, ya que la tenían muy abandonada últimamente-a mí me daba igual, porque la mayoría ni siquiera me caían bien-.
Javier hablaba conmigo todo el tiempo, y repetía mi nombre a menudo-Laura ya me había comentado mucho antes que a ella le encantaba cuando decía su nombre, y a mí me pasaba lo mismo, aunque intentaba disimularlo-. Lo cierto es que aquel día mi amigo me estaba pareciendo algo irritante: se parecía de nuevo al chulo barato con gomina y cazadora, y no estaba de humor para soportarlo. Presumía todo el tiempo de cosas que había hecho, y Laura, harta de verlo conmigo, se nos adelantó. Yo me sentía mal por ella, pero no sabía qué hacer; dejar plantado a Javier tampoco era la mejor opción, a pesar de lo insoportable que estaba.
De pronto, él me agarró del brazo y me dijo:
-Espera...
Contuve la respiración. Sabía lo que iba a venir a continuación.
-Quería preguntarte una cosa.
-¿Qué pasa?-le pregunté, a pesar de que lo sabía perfectamente.
-Te gustaría... ¿quedar para cenar conmigo esta noche?-me preguntó sonriendo, como si fuera mi mayor sueño. No dije nada; estaba demasiado indignada por su confianza.
-Entonces quedamos a las ocho-concluyó, malinterpretando mi silencio. Parecía relajado, como si hubiera sabido de antemano que diría que sí. "Te vas a enterar" pensé:
-Lo siento, pero es que no quiero quedar contigo. Es mejor que no-dije. Me sabía mal, pero no tanto como había pensado en otras ocasiones. Además, hubiese dicho que sí posiblemente, si no hubiera sido tan confiado.
-¿Por qué?-dijo él, confundido.
-No me apetece, eso es todo-respondí.
-Oh... vale.
Parecía humillado; iba con la cabeza gacha y en silencio. Le dije que me iba a casa y él asintió con la cabeza, sin decir nada más.
Se le habían bajado los humos; pronto sería otra vez el Javier que yo quería, pero... ahora sabía de verdad lo que sentía por mí.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Episodio 28: Blanca se marcha

Antes de escribir nada, quería pedir perdón por haber tardado tanto, pero es que he estado ocupada con el cole, las amigas y toda la movida-lo hemos vivido todas, seguro-. Aquí os dejo el capítulo 28.

Blanca pronto dejó de lado las formalidades y se centró únicamente en Javier; parecía querer saberlo todo de él, de su vida, de sus cosas. Todas las preguntas que se le pasaban por la cabeza las soltaba con descaro y rapidez, y él intentaba responderlas filtrando el mínimo de información posible, y sin ganas de responder con otras preguntas.
-Bueno chicos, ¿jugamos otra vez a las cartas?-dije, agitando la baraja ante ellos dos. No sabría decir si estaba celosa; creo que no. Pero la obsesión de Blanca por el chico era realmente irritante.
-Estamos hablando-replicó ella en tono elocuente-jugad vosotras.
-En realidad, a mí me apetece... ¿jugamos?-le preguntó a Blanca. Ella asintió con expresión derrotada.
Comenzamos un mentiroso, que pronto fue interrumpido por nuevas tonterías de Blanca, así que terminamos escuchándola toda la tarde mientras hablaba de ella misma, de todas sus virtudes y de todas aquellas que Javier y ella tenían en común. Todas nos exhibimos alguna vez, pensé para calmarme. Sí, me replicó una voz en mi cabeza, pero no de esta manera.
-Yo... he de irme ya-explicó Javier, agotado, tras dos horas de charla ininterrumpida-. Mi padre se preguntará dónde estoy.
Se levantó y Blanca, sin ninguna sorpresa para Laura o para mí, le imitó y le dijo que le acompañaba.
-Vale. Eh... Paula, te dejaste un CD en mi casa, ¿recuerdas? ¿Por qué no te vienes a buscarlo?-mintió con apuro el chico.
-De acuerdo-respondí, ayudando. Laura también nos acompañó, como era lógico, así que el paseo romántico que Blanca imaginaba terminó convertido más bien en salida informal de grupo, cosa que ella no podía soportar, ya que no le gustaba ir con nadie si no era un chico o su fiel amiga Paloma, a la que últimamente no se veía por ninguna parte. Parecía que se había cansado de Blanca y sus rollos, aunque me parecía improbable viniendo de ella.
-Adiós, Blanca, gracias por acompañarme-dijo Javier, entrando en su casa. Creo que se sintió un poco "chica" al decir aquello-Paula, ven a buscar el CD...
Entré con un suspiro, y no precisamente de alivio. Ni quería imaginar el torrente de preguntas que me esperaba tras la puerta de entrada.
Blanca se despidió con un guiño y se marchó a paso lento. Laura, algo triste, también se alejó, y me sentí mal por ella, sabiendo como sabía que lo de Javier no estaba totalmente superado en algunos momentos.
-¿Vas a explicarme qué significa todo esto?-preguntó Javier en cuanto se cerró la puerta.
-Ha sido mi madre, ha invitado a Blanca a casa y... bueno, se ha liado todo.
-Me lo imagino-respondió él, más amable-en fin, gracias a ti también por librarme del momento romántico.
-De nada. Tampoco quería que lo pasaras-dije sin pensar, y me puse colorada-me refiero a que habría sido un horror para ti, y...
-Ya entiendo-cortó Javier con una sonrisa-bueno, hasta luego, Paula.
Cómo me gustaba que dijera mi nombre. Me despedí yo también-sin guiños-y me marché hacia mi casa, con ganas de llamar a mis amigas y contárselo todo... bueno, excepto a Laura, que aún me tenía algo preocupada.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Nuevo email

Hola a tod@s,
he decidido crear una cuenta en Yahoo para aquellos lectores de cualquiera de mis blogs que quieran hacerme preguntas, sugerencias, peticiones, etc. sobre cada uno de ellos. Espero que me enviéis algunos mails pronto, pues me gustaría saber más ideas sobre, por ejemplo, la decoración del blog, o cómo atraer a más lectores. Seguro que algunas sugerencias tenéis.
un beso!! Pauli*

la direccion es; paulamrtn@yahoo.es

domingo, 12 de septiembre de 2010

Episodio 27: mi madre tiene unas cosas...

A veces mi madre tiene unas cosas... cuando llegué al pueblo, no hacía más que recomendarme que hiciera vida social, que conociera a gente y me divirtiera, y ahora que le he hecho caso, resulta que no le gustan mis nuevos amigos. Y es cierto que algunos de ellos no son exactamente los chicos con los que suelo ir en invierno, pero tampoco es que pase mucho tiempo con ellos... la verdad, mi círculo de amistades se reduce, resumiendo, a Laura, a Javier y a Sandra, una chica que da la impresión de ser algo estúpida pero que llega a ser muy profunda cuando la conoces, y que es la mejor amiga de Laura en el pueblo. Admito que a veces me da algo de envidia verlas a las dos recordando cosas del colegio, justo como yo querría hacer con mis amigas, pero no puedo, porque están a unos cuantos kilómetros de distancia, o disfrutando de las playas de menorca en sus enormes y lujosas casa de veraneo. Sin embargo, no me importaba tanto como creía, porque siempre hacían esfuerzos para incluirme en la conversación cuando no sabía de qué hablaban, un esfuerzo que podía apreciar.
Sin embargo, me estoy desviando: hablaba de mi madre... el caso es que, un día, tuvo una conversación conmigo:
-¿No crees que tus amigos son algo... liberales?
-No sé a qué te refieres-lo sabía perfectamente.
-Me parece que no hacen sólo lo que está permitido, ya sabes.
-Tengo amigos por una vez, y no te gustan-protesté-. Mamá, los que hacen eso son sólo dos o tres, no todos nosotros. Yo casi nunca voy con la pandilla, ya lo sabes.
-Pero ese chico, Javier, no parece muy bueno para ti...-lo dijo como si tuviéramos perspectivas de matrimonio.
-¡Por favor! Es el único chico normal de todo el grupo, te lo aseguro. Además, si supieras por lo que ha pasado... de verdad, no iría con él si estuviera segura de que no te iba a gustar.
-Bueno, está bien... pero que sepas que he invitado a Blanca a pasar el día aquí hoy contigo-anunció mi madre-es una buena chica, te irá bien cambiar de aires.
Su cara culpable revelaba que sabía desde el principio que la visita no me iba a gustar.
-¡Mamá!-exclamé.
-Hija, esos chicos no son como ella ni como nosotros, es mejor ir variando...
-Mamá, si lo único que hace Blanca es escaparse de su casa para ir a ver a Javier-expliqué-no es tan perfecta como tú crees, de verdad.
Se oyó la campanilla de la puerta de entrada-mis abuelos están chapados a la antigua, y nunca han querido poner un timbre en su puerta; dicen que la campanilla es más suave y más romántica-.
-Debe de ser ella, ve a abrir-ordenó mi madre con una sonrisa-y por favor... no hagas tonterías.
Refunfuñando, abrí la puerta. Allí estaba ella, con un vestido estampado de flores, un lazo en el pelo y la mejor y más falsa de sus sonrisas. "Hipócrita" pensé.
-Hola...
-¡Paula!-saludó ella como el primer día, estampándome un beso en la mejilla-me alegro mucho de verte. ¿Vamos a tu habitación?
-Vale-asentí de mala gana.
Subimos y, en el trayecto, me prometí hacer lo posible por pasármelo bien, para que mi madre no se enfadase y hacerlo todo mucho más agradable.
-Bueno, hemos de hablar-comenzó en cuanto se cerró la puerta de mi habitación, abandonando su pose de niña buena-¿sales con Javier?
-Eso a ti no te importa-respondí de mala manera, sin querer.
-En realidad, sí-dijo ella-ya te lo advertí; él no es para ti... vivís a dos horas de distancia el uno del otro.
-Aun así, no es asunto tuyo lo que haga o deje de hacer-insistí, sentándome sobre mi cama.
-Mira, guapa... no quiero hacerte daño, pero no es que Javier tenga la mejor opinión de ti, según dicen. Me explicaré; él se da cuenta de que vas detrás suyo como un perrito faldero. Realmente, le pareces patética.
"Suerte que no querías hacerme daño" pensé. Y es que estaba dolida. ¿En serio Javier pensaba eso de mí? ¿Es que no podíamos ser amigos y punto? Realmente, ese pueblo era de locos...
De pronto, sonaron unos golpecitos en la puerta, y Laura apareció en la habitación. Mirando enfadada a Blanca, dijo:
-Pasaba por aquí y he venido justo a tiempo... para decirle a Paula que lo que Blanca está diciendo es, en realidad, lo que piensa de ella Javier.
-No te metas, tú no le importas-respondió Blanca.
-Oíd, ¿no podemos jugar a cartas y olvidarnos de Javier por un rato, por favor?-supliqué. No necesitaba pensar más en él, y menos en aquella especie de culebrón que Blanca estaba empeñada en protagonizar.
Saqué una baraja de cartas del cajón y repartí. Jugamos un rato, pero enseguida se presentó mi madre:
-Ha venido a verte Javier, Paula. ¡Ah! Hola, Laura, no sabía que estuvieras aquí.
Javier entró en la habitación sonriendo. De pronto, al tropezar con la mirada de Blanca, soltó una exclamación.
-Eh... ¿qué haces aquí?-fue lo único que acertó a decir.
-Charlaba con Paula... ¿vas a quedarte mucho rato?-preguntó Blanca con mirada obsesiva.
-No lo sé-respondió Javier.
Me miró con reproche y me encogí de hombros en un gesto de impotencia; no tenía ni idea de cómo iba a terminar todo aquello.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Episodio 26: la madre de Javier

Blanca, por suerte, desapareció muy pronto, ofendida por las miradas cansadas que Javier le dirigía todo el tiempo. A pesar de que un par de chicos le pidieron que se quedara, estaba claro que a ella no le interesaban en absoluto: sólo quería aquello que no podía conseguir. En cierto modo, me recordaba un poco a un tío en ese aspecto.
Estuvimos un par de horas con la pandilla, charlando sobre lo típico: colegio, profesores antipáticos, los empollones de la clase, los sitios a los que hubiéramos querido ir en verano... sobre eso, Javier dijo algo que me hizo sonreír:
-Yo por mí... me quedaba aquí todas las vacaciones.
Laura me miró y me sonrió, y no descubrí envidia en aquella sonrisa, pero tampoco verdadera alegría. Aunque... ¿no podía conformarme con que no me odiase? ¿Necesitaba saber que estaba totalmente contenta con su vida? Sí, lo necesitaba, o no me sentiría tranquila conmigo misma.
Al cabo de un rato, nos fuimos, y Javier y Laura se vinieron conmigo a casa. Charlamos como buenos amigos, y pude ver que ellos se reían y bromeaban como si fueran amigos de toda la vida, no como si acabaran de romper. Eso me gustó; Laura había sido sincera conmigo cuando decía que era mejor ser sólo amiga suya.
-Bueno, yo ya me voy-dijo ella de pronto; habíamos llegado a su casa casi sin darnos cuenta-hasta mañana.
Nos despedimos y seguimos andando. Le pregunté a Javier cuántos kilómetros creía que habríamos hecho ya paseando, y me dijo que unos cien como mínimo.
-Oye, no sé si es muy personal, pero... ¿cómo era tu madre?-le pregunté a Javier.
Él suspiró. Se notaba que le costaba hablar del tema, y me arrepentí de habérselo pedido.
-Pues era... la mejor madre del mundo-dijo él-aunque supongo que todo el mundo dice eso de su madre.
-Bueno... yo supongo que tú la aprecias mucho más que la mayoría de la gente-contesté.
-Mi madre era pintora. Pintaba cuadros del pueblo, de las casas... de la playa-me explicó-por eso suelo ir allí... es casi como si pudiera verla pintando. La verdad es que me peleaba con ella a menudo, por los típicos líos en los que nos metemos nosotros.
-Ya... a mí me suele pasar-admití.
-Pero, aun así, nunca nos... enfadábamos demasiado tiempo. Siempre acababa viniendo a mi cuarto y hablábamos un rato, y por lo normal, ahí se terminaba el problema.
Le miré; pensaba que tenía los ojos llorosos, pero no era así. Simplemente, observaba pensativo las casas de piedra, como si también allí pudiera sentir la presencia de su madre.
-El caso es que un día, ella... bueno, fue muy repentino. Estaba tan llena de vida, que nadie creía que fuera a morir jamás. Pero un ataque al corazón y ella... se fue. Sin que nadie se diera cuenta, sin que pudiera... despedirme-suspiró.
Se sentó en el borde de piedra de la calle.
-No siempre es fácil, ¿sabes? Saber que no va a volver. Al menos, no de momento.
-¿A qué te refieres?
-Bueno, yo aún tengo una esperanza. Espero que Dios quiera llevarme con él al cielo, y así... pueda volver a verla.
-¿Crees en esas cosas?
-No lo creo, lo sé-dijo él-pero bueno... vivir aquí, con mi padre, y mi hermano, ahora que ella no está... es como si se hubiera llevado a toda la familia con ella. No sé ya cuánto tiempo ha pasado desde que tuve la última verdadera conversación con mi padre, o desde que mi hermano y yo hicimos algo juntos.
-¿Por eso te juntaste con la pandilla?-pregunté. Supuse que buscaba sentirse en familia en otro lugar.
-Sí, pero no es lo mismo. Además, ninguno de ellos sabe lo de mi madre. Me parece que tampoco he de decírselo, porque no me iban a ayudar.
-Pero, ¿qué dices? Te adoran. Por supuesto que te ayudarían.
-No, no es lo mismo. Me compadecerían, y me preguntarían cómo fue, y me mirarían cada momento pensando en cómo debo estar... yo quiero que me traten como siempre, como a los demás.
-Pero es que tú no eres como los demás, y no lo digo por lo de tu madre. Ellos viven su vida sin preocuparse de los demás, no les importa nada, excepto a un par de ellos, como Laura, por ejemplo.
-Ya, y por eso creo que no lo entenderían.
-Puede que tengas razón-admití.
-Promete que no lo contarás... no necesito la ayuda de nadie.
-No lo haré-prometí.
No le dije que se equivocaba en una cosa. Necesitaba más ayuda de la que podía imaginar.