Hola, soy Paula Martín. Hace un tiempo viví una entrañable historia de amor, que he querido compartir con todos los internautas que se pasen por aquí. Viajad con vuestra imaginación a las playas, los campos, las casas de piedra y el sol de verano...
Powered By Blogger
blogueaemptyyemptycomentaempty

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Capítulo 3: qué imbéciles algunos...

Aquellos días comenzábamos el trabajo con ganado. No tenía nada que ver con doma clásica o salto: se trata de trabajar con vacas en pista. Parece extraño, ¿verdad? Pero es lo más divertido que hay. El caso es que teníamos que trabajar de este modo: llevando las vacas de un extremo de la pista, donde estaba todo el rebaño, separar a una vaca del resto, llevarla hasta el otro extremo de la pista y meterla en un pequeño corral, todo esto en 120 segundos. Nos costaba mucho más de lo que parecía cuando se lo veíamos hacer a mi padre, pero aun así, nuestros espíritus competitivos no eran tan pequeños como para rendirnos.
El problema era uno de los chicos. Qué imbécil, por Dios. No he visto nunca nada semejante. Sólo tenía 15 años y ya se creía el rey del mundo. Era un completo insoportable, y yo le soportaba menos que el resto de la gente, a pesar de haberlo visto más. Era bajito y bastante moreno, tenía la misma altura que yo, y eso que tenía dos años menos.
El caso es que no podía soportar perder, y menos entonces, porque yo era más pequeña y le fastidiaba mucho. Hicimos un pequeño concurso, y yo iba con mi padre, por lo que lógicamente gané, aunque estaba contenta con el trabajo que había hecho ese día, porque no todo lo había hecho el "profe", como pasaba normalmente.
Y este tipo, por perder, pasó el resto del día fastidiando, en la comida, en el descanso... todo el tiempo, hasta que me dieron ganas de darle una patada, aunque no lo hice, por desgracia. Aunque mis amigas no se dieron cuenta, ya que suelo protegerme detrás de risas vacías cuando estoy triste o enfadada, la verdad es que aquello me deprimió bastante, y no pude soportarlo más al final del día, cuando vi que la nueva, Mónica, estaba más contenta que yo, y con MIS amigas. Aquello me sentó peor que cualquier otra cosa, y me metí en mi casa sin despedirme de nadie, porque me sentía demasiado estúpida y decaída.
Estaba claro que ahora no era a mí a quien le iban bien las cosas.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Capítulo 2: primer día

Era el primer día del curso después de conocer a Mónica, la nueva. ¿Qué cara traería hoy? Ayer parecía algo decaída y cerrada, tímida y como si no supiera bien lo que hacía allí. Por lo demás, tampoco me interesaba demasiado: tan coqueta como parecía, no podría durar mucho entre nosotros, que parecíamos más vaqueros que jinetes, sin echarse a llorar a cada paso, estaba segura. Había visto aquel tipo de personas más veces antes, y normalmente mis primeras opiniones eran acertadas.
Primero llegaron los niños pequeños del campamento: mi hermana de seis años fue con sus amigas, y mi otra hermana, de diez, se quedó conmigo. Le gustaba mucho parecer mayor y madura, y para ello pensaba que la mejor forma era estar acompañada de adolescentes.
Cuando yo ya estaba preparando el caballo, y con retraso, como siempre, llegaron los alumnos que venían de la ciudad, todos en el mismo coche, conducido por mi prima, una de las monitoras. Saludé alegremente a Laura, una de mis amigas, de 17 años, cabello rubio y largo, alta y delgada. Después apareció Inés, que, como siempre, me pidió ir a cambiarme a mi casa, porque había venido con ropa de ciudad. Aparecieron dos amigos de mi hermano; uno de ellos, de un año menos, me saludó como todas las mañanas, y el otro... pasamos olímpicamente el uno del otro, como cada día. Era mejor no hablar con aquel chico si no quería terminar poniéndome muy, muy nerviosa de puro enfado. Es que a mí los chicos que van de mayores y no llegan a los 18 me caen bastante mal.
No alcancé a ver a Mónica, que venía tras nosotras, un poco retrasada. Como el día anterior, fue a cambiarse a los baños de abajo y luego subió sin haber preparado el caballo. Mi padre se lo dio a ella, ya vestido y cepillado. El resto de alumnos, sin embargo, teníamos que fastidiarnos y preparar nosotros mismos nuestros caballos. Ella, en cambio, desde el principio montaba a uno de los mejores caballos y lo tenía a punto, como si fuera más importante que nosotros. La muy engreída...
Comenzamos la clase. Lo cierto era que Mónica montaba muy bien, mejor que yo. Otra cosa que hacía mejor. Yo parloteaba con Laura e Inés mientras mi padre intentaba ignorar mi charla y dar clase. Me tocó montar y no lo hice mal del todo: lo cierto era que tenía facilidad para montar, pero nunca me había puesto en serio a practicar, ni pensaba hacerlo, por mucho que viviera en una hípica y todo aquello. Lo dejaba para mi hermano mayor: él sí era bueno y constante con los caballos. Yo prefería la música y los libros.
Al terminar las dos horas de clase charlé un poco con Mónica, aunque más que un par de bromas, apenas nos dijimos nada, porque yo prefería conversar, como las anteriores semanas, con Laura. Mónica tampoco aportaba nada a la conversación, así que supuse que no tenía muchas ganas de hablar.
Luego tocó ir a la piscina. Nos repartíamos en dos coches para el trayecto hasta el club de piscina del pueblo vecino. Laura, Inés y yo, como siempre, fuimos juntas. Mónica quedó relegada al otro coche, al de los chicos. Yo nunca hubiera ido con ellos, y menos con el estúpido del que os he hablado antes... no comprendía por qué Mónica iba en aquel coche. Ni me di cuenta de que quizá era porque los chicos le hacían más caso que nosotras, y quería sentirse en su lugar, y no fuera de él.
Una vez en la piscina, estuvo con nosotras pero tampoco le hicimos mucho caso. Me sentía culpable, pero no lo suficiente: podemos ser amigas... pero yo ya tengo mis amigas, y seguro que ella y yo no encajamos para nada, seguro. No seríamos buenas amigas, y entonces, ¿por qué tengo que hablarle? Que lo haga otra, era lo que pensaba.
Terminó el día, y yo me fui a mi casa contenta y feliz.
No vi que otra chica se iba alicaída.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Capítulo 1: Verano... el comienzo

Aquel verano iba a ser como los demás. Nada distinto, todo igual.
Pero no fue así.
Aquel verano conocí a una chica especial.
Aquel verano conocí a una amiga de verdad, de ésas que no se olvidan con el paso del tiempo.
Aquel verano... fue el comienzo de todo.
Puede que ésta no sea una historia de amor, que no lo es... es una historia de amistad. Simple y perfecta amistad. Totalmente cierta y creíble, al 100%, no como la otra. Y esta vez digo la verdad. Salvo por algunas inventadas, esto será cierto. Sobre todo porque Horse Whisperer, mi última seguidora, es parte protagonista de la historia, y querría, o eso creo, que fuera cierta.

El caso es que aquel verano, como los últimos tres veranos, iba a pasar el mes de julio en un campamento de caballos. Y así lo hice. Mi padre era el director, así que yo me sentía como la reina del mundo, ¡yendo y viniendo entre la gente como una diosa! Claro que todos eran amigos míos, así que estaban acostumbrados a ver a la "hija del jefe", y mi padre me hacía tan poca preferencia que ni lo parecía.
Entonces, la última semana, cuando mis dos amigas llevaban conmigo cerca de un mes, llegó la novata. Vestía una falda y una blusa, y sonreía nerviosamente al grupo de chicos y chicas que iban a ser sus compañeros durante la próxima semana (y si decidía seguir yendo a esa hípica, probablemente durante el próximo año).
Lo primero que pensé... voy a ser sincera; pensé que era una pija por venir con falda a una hípica. Además, cuando yo tengo formado un grupo de amigos, no me gusta que venga una persona más a acoplarse y desbaratarlo, sea quien sea, desde el vagabundo de la esquina hasta Hannah Montana.
Tras saludarnos y después de que mi padre nos presentara-un saludo cortés y una sonrisa fue lo más a lo que llegamos en aquel momento-, nos dirigimos hacia la clase de equitación. La nuestra era una monta a lo western, al más puro estilo vaquero, y ella, lo reconozco, montaba de maravilla. Diría lo que quisiera, pero a la hora de montar... era algo increíble. Su nombre? Mónica... aunque yo, confundiéndome por alguna razón inexplicable, la llamaba Carolina.
Así comenzamos nuestra relación superficial como simples conocidas... no teníamos nada en común, a primera vista, la una con la otra: yo, payasa, bromista, tratando de llamar todo el tiempo la atención, nunca callada, siempre animada, inmadura a más no poder aquel verano, que por alguna razón, me volvió tonta (aunque por suerte ya he recuperado el sentido de la normalidad); y ella por el otro lado, más mayor, más guapa, más callada, más madura, mejor amazona, más elegante, y mucho menos animada, supongo que por la timidez y por el poco caso que le hacíamos a veces, ya que era la nueva y nosotras viejas amigas.
¿Quién diría que aquello terminaría en una sólida amistad?

martes, 23 de noviembre de 2010

He vuelto!!!

Es increíble... tan solo 5 semanas y he tenido que volver. Será que no podía vivir sin blogger, jeje.
Aunque ahora ya sabéis quién soy, no me importaría hacer una novela nueva. En este mismo blog, por supuesto: no se llama "Historia de amor"" sino "HistoriaS de amor". Es decir, hay varias.
Os adelanto que esta tiene tanto de falso como de verdadero. Es decir, será una mezcla, como una parte de mi vida maquillada y disfrazada para posibles conocidos.
¿De qué irá? Todavía no lo sé. Pero iré improvisando sobre la marcha: como hacen los mejores escritores, según creo, crearé personajes, les daré distintos caracteres, y que ellos dispongan, con su personalidad, el rumbo que debe tomar la novela. Si el protagonista es muy irritable y su amiga le hace una broma pesada... aunque yo no quiera que se enfade, se enfadará; para algo le he dado un carácter, digo yo. Y así con toda la novela. Así, además de sorprenderos a vosotras, me sorprenderé a mí misma.
Os diría un gran consejo que yo misma sigo: ¿sabéis lo que es la excelencia literaria? Si no es así, buscad en Internet. Un escritor español os dará consejos sobre vuestros textos... creo que podría ayudarnos mucho a todas las blogueras.
Es un gusto estar de nuevo con todas: Marta, Kelly, tresdetres, Nube y muchísimas otras a las que no nombro pero las tengo en mente... hola de nuevo!!
Marta

martes, 19 de octubre de 2010

Confieso...

Vale, creo que ahora que he terminado el blog ha llegado la hora de que os confiese algo.
Esta historia no es real; nunca lo ha sido. Nada de ella ha ocurrido en la realidad.
Es verdad, supongo que os vais a enfadar por haceros creer que era cierta, pero cuando quise contar la verdad era demasiado tarde, así que seguí escribiendo y fui aplazando esta confesión... pero ahora ya es demasiado tarde como para seguir aplazándola, ¿no creéis?
Lo único cierto de esta historia es el pueblo y la casa de la abuela, porque yo veraneo en un pueblo así, en casa de mi abuela.
En realidad, me llamo Marta, y tengo catorce años recién cumplidos (bueno, el mes pasado). Voy a tercero de ESO. Estoy escribiendo una novela de amor, espero que me la publiquen este año.
Que sepáis que me ha encantado conoceros a todas vosotras, seguir vuestros blogs y hablar con vosotras. Creo que todas tenéis mucha imaginación y siento que no haya sido todo verdad; hubiera sido tétrico pero bonito.
Seguramente, no volveréis a verme por aquí, pero el blog seguirá abierto. El día que publiquen mi novela, os diré el título y mi apellido, para que, si queréis, podáis buscarla.
Adiós, y gracias por todo,
Marta.

Un año más tarde

Hoy hace casi un año y medio que sucedió esto, pero mi mente atormentada no se libra aún del recuerdo de Javier.
Me hago mil preguntas; ¿estaría él bien si yo hubiera hablado más aún con él, si hubiera conseguido que ese día se quedase a mi lado? ¿Fue realmente un accidente de moto lo que le pasó? ¿O el recuerdo de su madre y la desgracia de su familia le preocupó tanto en un momento que no pudo más y...? No quisiera hacerme todas estas preguntas, pero están siempre ahí, en mi cabeza, en mi recuerdo. Si yo no hubiera hablado con él y él hubiera seguido con su máscara indiferente tal vez nada hubiera pasado. Tal vez todo es culpa mía. Tal vez... haya demasiados "tal vez".
En Javier encontré algo que nunca nadie me había dado; no encontré a un novio ni a un rollo de verano; encontré algo muy especial. Era todo cariño, inseguridad, solicitud... era un gran amigo, el mejor que haya podido tener. Y por eso yo nunca quise perderlo.
Espero que, algún día, nos encontremos en ese Cielo en el que él creía y en el cual, tras su muerte, he empezado a creer yo también.

FIN

martes, 12 de octubre de 2010

Episodio 33: el accidente

Al cabo de nuestra primera semana de salir juntos, yo pensaba que nunca había sido tan feliz. Javier y yo lo habíamos pasado como nunca; siempre haciendo algo nuevo, riendo de cualquier cosa, a veces compartiendo un beso... todo era muy bonito a su lado.
A pesar de todo, él siempre seguía hablando de su madre. Yo intentaba ayudarle, pero sabía que no era suficiente. Su familia había creado en él un daño irreparable, y él no mostraba ningún esfuerzo por salir adelante. Algunas veces terminaba exasperada, pero no podía enfadarme con él, no lo conseguía aunque lo intentase. Yo nunca pensaba en la muerte, por supuesto, pero hablamos tantas veces de aquel tema con él que terminé por dedicarle algún tiempo en mi mente.
¿Qué pasaría si algún día perdía a alguien querido? Sabía que sucedería, por supuesto, pero no quería pensar en ello. Me carcomía la conciencia un miedo imposible de frenar cada vez que lo imaginaba. Y sin embargo, ocurrió.

Un día, fui a ver a Javier a su casa y me dijeron que había salido bien temprano por la mañana. Yo le busqué durante toda la mañana y no le encontré. Supuse que habría ido de excursión a algún lado, y aunque me enfadé un poco por no habérmelo dicho, pensé que querría estar solo.
Sin embargo, llegó la tarde y no aparecía. Su moto no estaba tampoco, por lo que supuse que habría hecho un viaje largo con ella. Me entretuve con los chistes de Laura, que vino a casa, pero no podía dejar de pensar en él.

Al día siguiente, mis temores se confirmaron; Javier no había vuelto. Llamé a su teléfono por quinta vez, y ésta, para mi alivio, me respondieron.
-Hola-dijo una voz masculina que no pertenecía a él-¿con quién hablo?
-Con una amiga de Javier... soy Paula.
-Hola, Paula. Hemos encontrado a Javier aquí, al borde de la carretera. Parece que está gravemente herido. Pero no te preocupes, vamos a llevarle a urgencias. Díselo a su familia, ¿quieres?
Mi corazón se detuvo. Unos temblores incontrolables se apoderaron de mí.
-¿Es muy grave?-pregunté con una voz que no parecía mía.
-Creemos que se recuperará-aseguró el hombre, aunque se notaba muy poco convencido.
Colgué el teléfono precipitadamente y fui a contárselo a mis padres. Ellos me consolaron y me acompañaron, muy asustados, a hablar con la familia de mi amigo. Por el camino no podía dejar de sollozar, y mi madre se me unió en silencio, porque no quería que él sufriera. Había llegado a apreciar mucho a Javier.
Su familia se enteró enseguida, y fue a verle a urgencias. Nosotros no fuimos; a pesar de que mi corazón me lo pedía a gritos, mi razón me decía que la familia debía pasar sola.
Y con razón. A medianoche

Episodio 32: juntos

Javier y yo lo pasamos muy bien aquella semana. Fuimos de excursión, compramos pipas, nos reímos, ignoramos a aquellos que nos hacían bromitas sobre la relación, nos bañamos en la playa y sobre todo, hablamos mucho. Él quería contarme cosas de las que tenía que desahogarse, y yo quería ayudarle, así que pasamos una semana en la que se quitó unas cuantas espinas. Me hablaba sobre todo de su madre, de lo que había pasado con ella, de las muchas veces que habían reído juntos y hecho planes en familia... y yo pensaba que tal vez debería apreciar más las ocasiones en las que mi propia familia hacía aquellos planes, ya que podía correr la misma suerte que él y entonces no habría vuelta atrás. Me hizo pensar en muchas cosas, y quiero creer que yo tuve el mismo efecto en él. Sin embargo, tras aquella semana pasaría lo peor que me había ocurrido hasta entonces...

lunes, 11 de octubre de 2010

Episodio 31: la cita

Al día siguiente, en la soledad de mi cuarto, sentí cómo me invadían los nervios horas antes de que Javier pasase a buscarme como había prometido. No sabía qué ropa ponerme, ni cómo peinarme, ni siquiera lo que diría cuando él y yo estuviéramos solos, en una cita oficial. Él y yo habíamos estado muchas veces juntos, a solas, pero como amigos. ¿Cómo era posible que el simple hecho de que aquella vez hubiese habido una invitación a salir me hiciera sentir tan feliz, emocionada y aterrorizada? No era posible que me estuviera volviendo tan tonta, y sin embargo, lo comprendía.
Llamé a Mónica.
-¡Cuéntamelo todo!-exclamó ésta nada más descolgar yo el teléfono-. ¿A qué hora saldrás con él? ¿Estás nerviosa?
-¿Cómo lo sabes?-pregunté sorprendida.
-Bueno, el tal Javier ha dejado un mensaje en tu muro de Facebook para ver si podía pasarse media hora antes por tu casa, y así teníais más tiempo para charlar y eso.
-Oh, no. ¿Por qué no habrá enviado un privado?-me pregunté. Ahora todos mis amigos sabrían que salía con Javier, y no era ése mi plan. A mí me gusta contar las cosas a quien quiero y en persona-. Aun así, estoy muerta. No sé qué voy a hacer en la cena, será como... puf, me moriré de vergüenza.
-¡Claro que no! Tú ponte ese vestido azul, el que va con las sandalias blancas, te quedará genial. ¡Ah! Y no se te ocurra hacerte una coleta.
-¿Por qué no? Es muy cómodo.
-¡Pues por eso! Lo mismo puedes ir en chándal a la cita.
Decidí que tenía razón, así que me dejé el pelo suelto y lo rizé un poco por abajo, con espuma. El conjunto final me gustó bastante, y aún quedaba una hora para la cita.
Mi padre entró en la habitación justo cuando yo iba a salir.
-¿A dónde vas tan arreglada?
En aquel pueblo siempre se sabía todo, así que di por hecho que ya estaba enterado de lo que iba a hacer.
-Bueno, pensaba ir a cenar con Javier...
-¡Ohoh! ¿Cuándo vas a presentármelo?
-¡Papá!
-Vale, vale. Pásatelo bien.
Una cosa buena que tiene mi padre es que te deja hacer muchas cosas sin pararse a pensar antes si está bien que lo haga o no. Una cosa mala es que luego te echa la bronca después de haberte dejado hacerlo, así que decidí irme rápido de casa, por si sus reflejos estaban aquel día más brillantes de lo habitual.
Javier estaba en la puerta de casa. Sonreí al verle.
-Hola.
-¿Qué tal?-respondió con naturalidad-. Creo que vamos un poco tarde, así que mejor nos damos prisa. Por suerte he traído la moto.
-Ni loca me subo en tu moto.
-¿Por qué? No pienso conducir borracho ni nada.
-Lo sé, pero no me apetece que me lleve un conductor inexperto-bromeé.
-¿Inexperto? Soy más profesional que cualquier otro que hayas visto en tu vida. Pero si no quieres subir, vamos andando.
Llegamos al restaurante riendo y charlando como siempre. Casi ni parecía que aquello fuese una cita. Me gustaba más así.
Todo pasó muy deprisa... pedimos pizza y entre risas la terminamos en un segundo. Enseguida, por desgracia, estábamos fuera otra vez.
-¿Quieres ir a la playa?
-No hay muchos más lugares en este pueblo.
-¿Por qué no te gusta el pueblo?-me preguntó Javier mientras caminábamos.
-No es que no me guste, es que... hay sitios mucho más grandes y divertidos, como mi ciudad, por ejemplo.
-Pero en tu ciudad no puedes tener tanta confianza con la gente, y seguro que hay mucho más ruido que aquí.
-Tienes razón, pero...
-Además, ¿adónde vas cuando quedas?
-Pues al cine, o a casa de alguien, o a un MacDonalds...
-¿O...?
-Vale, vale, tampoco es que varíe mucho, pero puedo ir cambiando de sitio, no siempre ir al mismo.
-¿Qué pasa? ¿No te gusta la playa?
-Eso sí. Nunca me canso de verla.
-Entonces no tienes razones para quejarte. Y menos cuando se convierte en un sitio especial para ti.
-No se ha convertido en un sitio especial para mí.
-No, es verdad. Pero para mí sí. Aquí venía muy a menudo con mi madre, ¿sabes? Pintó un cuadro, una vez, en el que salía yo mirando al mar. Me gustaría enseñártelo.
Llegamos a la orilla de la playa. Las olas se mecían con increíble lentitud, pero ya no estaba nerviosa. Sólo quería seguir charlando.
-Ojalá la hubiera conocido.
-¿A quién?-me preguntó.
-A tu madre.
-Se parecía un poco a ti, ¿sabes?-me dijo entonces, acercándose imperceptiblemente-.
-¿Por qué?
-A ella también la quería mucho.
Sonreí sin que me viera,estábamos casi a oscuras. Decidimos que era hora de irnos a casa. Me acompañó hasta la puerta del jardín, y entonces me dijo que cerrase los ojos y abriera las palmas de las manos.
-Es que te he comprado una cosa-explicó, mientras yo tenía los ojos cerrados.
Extendí las palmas de las manos hacia delante, expectante. De pronto, él las bajó y me dio un beso, que apenas duró un instante, pero fue todo lo que yo podría desear.

jueves, 30 de septiembre de 2010

Hola!

Hola a todass!!
en primer lugar, lo siento muchísimo porque apenas he publicado estos días, pero es que he estado muy ocupada escribiendo mi novela y haciendo deberes, y no me daba tiempo de nada.
Os prometo que, en cuanto pueda, escribiré entradas en todos los blogs y entraré en los vuestros.
¡Mil gracias y mil veces SORRY!!!!!
un beso,
pauli*

viernes, 24 de septiembre de 2010

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Episodio 30: silencio y conversación

Tras aquel episodio tan desastroso, él no volvió a hablar conmigo. Ni siquiera una llamada, un mensaje... nada. Desde luego, ni hablar de llamar a mi puerta como hacía antes. Además, cada vez que iba con la pandilla y tenía la esperanza de encontrármelo, no estaba. Según ellos, se había ido hacía poco.
Se lo conté a Laura.
-Le dije que no y ahora ni siquiera lo veo-le expliqué.
-¿Qué esperabas? Tiene su orgullo. No va a seguirte como un perrito faldero si le das calabazas-me dijo con una sonrisa irónica.
-Bueno, pero yo lo dije porque... estaba de un creído... si no, le hubiera dicho que sí.
-Pues como no vayas a contárselo... despídete de él para el resto del verano. Ninguna chica le había hecho algo así.
-No, si se notaba-repliqué yo-. Cuando me pidió salir, me lo dijo como si aquel fuera mi único sueño en la vida.
-¿Y... no era así?
-Pues claro que no-respondí, indignada-él es mi amigo, no mi amo. Que se entere.
-Ya me he enterado-dijo Javier, apareciendo por detrás nuestro. Me sobresalté y le observé. No parecía enfadado, sino tranquilo.
-Javier, yo...
-Ya, ya lo sé. No solo he oído el desastroso final de la conversación, ¿sabes?-sonrió y yo me tranquilicé también-. Lo siento, ya sé que fui un creído. Gracias por bajarme los humos.
-De... nada.
-Bueno, entonces ¿qué? ¿Quieres que quedemos?
Laura nos estaba mirando. La miré a los ojos, preocupada. No quería perderla como amiga; era la única verdadera que tenía en aquel pueblo.
Ella, sin embargo, asintió con la mirada, y entendí que era completamente sincera conmigo. Quería lo mismo que yo.
-Vale-asentí, contenta.
Quedamos a las nueve en el restaurante del pueblo-el único, como ya os dije-. Ahora tenía que esperar con el nerviosismo de la primera cita... quería experimentarlo por una vez.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Episodio 29: es mejor que no

Al cabo de unos días tras la irrupción de Blanca en mi casa, ocurrió algo que no creo que olvide nunca, porque nunca se olvida la primera vez... aunque termine en desastre.
Lo que pasó fue que estábamos Javier, Laura y yo por el pueblo, como siempre. Era por la tarde, habíamos comido hacía muy poco, e íbamos a encontrarnos con el resto de la pandilla, ya que la tenían muy abandonada últimamente-a mí me daba igual, porque la mayoría ni siquiera me caían bien-.
Javier hablaba conmigo todo el tiempo, y repetía mi nombre a menudo-Laura ya me había comentado mucho antes que a ella le encantaba cuando decía su nombre, y a mí me pasaba lo mismo, aunque intentaba disimularlo-. Lo cierto es que aquel día mi amigo me estaba pareciendo algo irritante: se parecía de nuevo al chulo barato con gomina y cazadora, y no estaba de humor para soportarlo. Presumía todo el tiempo de cosas que había hecho, y Laura, harta de verlo conmigo, se nos adelantó. Yo me sentía mal por ella, pero no sabía qué hacer; dejar plantado a Javier tampoco era la mejor opción, a pesar de lo insoportable que estaba.
De pronto, él me agarró del brazo y me dijo:
-Espera...
Contuve la respiración. Sabía lo que iba a venir a continuación.
-Quería preguntarte una cosa.
-¿Qué pasa?-le pregunté, a pesar de que lo sabía perfectamente.
-Te gustaría... ¿quedar para cenar conmigo esta noche?-me preguntó sonriendo, como si fuera mi mayor sueño. No dije nada; estaba demasiado indignada por su confianza.
-Entonces quedamos a las ocho-concluyó, malinterpretando mi silencio. Parecía relajado, como si hubiera sabido de antemano que diría que sí. "Te vas a enterar" pensé:
-Lo siento, pero es que no quiero quedar contigo. Es mejor que no-dije. Me sabía mal, pero no tanto como había pensado en otras ocasiones. Además, hubiese dicho que sí posiblemente, si no hubiera sido tan confiado.
-¿Por qué?-dijo él, confundido.
-No me apetece, eso es todo-respondí.
-Oh... vale.
Parecía humillado; iba con la cabeza gacha y en silencio. Le dije que me iba a casa y él asintió con la cabeza, sin decir nada más.
Se le habían bajado los humos; pronto sería otra vez el Javier que yo quería, pero... ahora sabía de verdad lo que sentía por mí.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Episodio 28: Blanca se marcha

Antes de escribir nada, quería pedir perdón por haber tardado tanto, pero es que he estado ocupada con el cole, las amigas y toda la movida-lo hemos vivido todas, seguro-. Aquí os dejo el capítulo 28.

Blanca pronto dejó de lado las formalidades y se centró únicamente en Javier; parecía querer saberlo todo de él, de su vida, de sus cosas. Todas las preguntas que se le pasaban por la cabeza las soltaba con descaro y rapidez, y él intentaba responderlas filtrando el mínimo de información posible, y sin ganas de responder con otras preguntas.
-Bueno chicos, ¿jugamos otra vez a las cartas?-dije, agitando la baraja ante ellos dos. No sabría decir si estaba celosa; creo que no. Pero la obsesión de Blanca por el chico era realmente irritante.
-Estamos hablando-replicó ella en tono elocuente-jugad vosotras.
-En realidad, a mí me apetece... ¿jugamos?-le preguntó a Blanca. Ella asintió con expresión derrotada.
Comenzamos un mentiroso, que pronto fue interrumpido por nuevas tonterías de Blanca, así que terminamos escuchándola toda la tarde mientras hablaba de ella misma, de todas sus virtudes y de todas aquellas que Javier y ella tenían en común. Todas nos exhibimos alguna vez, pensé para calmarme. Sí, me replicó una voz en mi cabeza, pero no de esta manera.
-Yo... he de irme ya-explicó Javier, agotado, tras dos horas de charla ininterrumpida-. Mi padre se preguntará dónde estoy.
Se levantó y Blanca, sin ninguna sorpresa para Laura o para mí, le imitó y le dijo que le acompañaba.
-Vale. Eh... Paula, te dejaste un CD en mi casa, ¿recuerdas? ¿Por qué no te vienes a buscarlo?-mintió con apuro el chico.
-De acuerdo-respondí, ayudando. Laura también nos acompañó, como era lógico, así que el paseo romántico que Blanca imaginaba terminó convertido más bien en salida informal de grupo, cosa que ella no podía soportar, ya que no le gustaba ir con nadie si no era un chico o su fiel amiga Paloma, a la que últimamente no se veía por ninguna parte. Parecía que se había cansado de Blanca y sus rollos, aunque me parecía improbable viniendo de ella.
-Adiós, Blanca, gracias por acompañarme-dijo Javier, entrando en su casa. Creo que se sintió un poco "chica" al decir aquello-Paula, ven a buscar el CD...
Entré con un suspiro, y no precisamente de alivio. Ni quería imaginar el torrente de preguntas que me esperaba tras la puerta de entrada.
Blanca se despidió con un guiño y se marchó a paso lento. Laura, algo triste, también se alejó, y me sentí mal por ella, sabiendo como sabía que lo de Javier no estaba totalmente superado en algunos momentos.
-¿Vas a explicarme qué significa todo esto?-preguntó Javier en cuanto se cerró la puerta.
-Ha sido mi madre, ha invitado a Blanca a casa y... bueno, se ha liado todo.
-Me lo imagino-respondió él, más amable-en fin, gracias a ti también por librarme del momento romántico.
-De nada. Tampoco quería que lo pasaras-dije sin pensar, y me puse colorada-me refiero a que habría sido un horror para ti, y...
-Ya entiendo-cortó Javier con una sonrisa-bueno, hasta luego, Paula.
Cómo me gustaba que dijera mi nombre. Me despedí yo también-sin guiños-y me marché hacia mi casa, con ganas de llamar a mis amigas y contárselo todo... bueno, excepto a Laura, que aún me tenía algo preocupada.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Nuevo email

Hola a tod@s,
he decidido crear una cuenta en Yahoo para aquellos lectores de cualquiera de mis blogs que quieran hacerme preguntas, sugerencias, peticiones, etc. sobre cada uno de ellos. Espero que me enviéis algunos mails pronto, pues me gustaría saber más ideas sobre, por ejemplo, la decoración del blog, o cómo atraer a más lectores. Seguro que algunas sugerencias tenéis.
un beso!! Pauli*

la direccion es; paulamrtn@yahoo.es

domingo, 12 de septiembre de 2010

Episodio 27: mi madre tiene unas cosas...

A veces mi madre tiene unas cosas... cuando llegué al pueblo, no hacía más que recomendarme que hiciera vida social, que conociera a gente y me divirtiera, y ahora que le he hecho caso, resulta que no le gustan mis nuevos amigos. Y es cierto que algunos de ellos no son exactamente los chicos con los que suelo ir en invierno, pero tampoco es que pase mucho tiempo con ellos... la verdad, mi círculo de amistades se reduce, resumiendo, a Laura, a Javier y a Sandra, una chica que da la impresión de ser algo estúpida pero que llega a ser muy profunda cuando la conoces, y que es la mejor amiga de Laura en el pueblo. Admito que a veces me da algo de envidia verlas a las dos recordando cosas del colegio, justo como yo querría hacer con mis amigas, pero no puedo, porque están a unos cuantos kilómetros de distancia, o disfrutando de las playas de menorca en sus enormes y lujosas casa de veraneo. Sin embargo, no me importaba tanto como creía, porque siempre hacían esfuerzos para incluirme en la conversación cuando no sabía de qué hablaban, un esfuerzo que podía apreciar.
Sin embargo, me estoy desviando: hablaba de mi madre... el caso es que, un día, tuvo una conversación conmigo:
-¿No crees que tus amigos son algo... liberales?
-No sé a qué te refieres-lo sabía perfectamente.
-Me parece que no hacen sólo lo que está permitido, ya sabes.
-Tengo amigos por una vez, y no te gustan-protesté-. Mamá, los que hacen eso son sólo dos o tres, no todos nosotros. Yo casi nunca voy con la pandilla, ya lo sabes.
-Pero ese chico, Javier, no parece muy bueno para ti...-lo dijo como si tuviéramos perspectivas de matrimonio.
-¡Por favor! Es el único chico normal de todo el grupo, te lo aseguro. Además, si supieras por lo que ha pasado... de verdad, no iría con él si estuviera segura de que no te iba a gustar.
-Bueno, está bien... pero que sepas que he invitado a Blanca a pasar el día aquí hoy contigo-anunció mi madre-es una buena chica, te irá bien cambiar de aires.
Su cara culpable revelaba que sabía desde el principio que la visita no me iba a gustar.
-¡Mamá!-exclamé.
-Hija, esos chicos no son como ella ni como nosotros, es mejor ir variando...
-Mamá, si lo único que hace Blanca es escaparse de su casa para ir a ver a Javier-expliqué-no es tan perfecta como tú crees, de verdad.
Se oyó la campanilla de la puerta de entrada-mis abuelos están chapados a la antigua, y nunca han querido poner un timbre en su puerta; dicen que la campanilla es más suave y más romántica-.
-Debe de ser ella, ve a abrir-ordenó mi madre con una sonrisa-y por favor... no hagas tonterías.
Refunfuñando, abrí la puerta. Allí estaba ella, con un vestido estampado de flores, un lazo en el pelo y la mejor y más falsa de sus sonrisas. "Hipócrita" pensé.
-Hola...
-¡Paula!-saludó ella como el primer día, estampándome un beso en la mejilla-me alegro mucho de verte. ¿Vamos a tu habitación?
-Vale-asentí de mala gana.
Subimos y, en el trayecto, me prometí hacer lo posible por pasármelo bien, para que mi madre no se enfadase y hacerlo todo mucho más agradable.
-Bueno, hemos de hablar-comenzó en cuanto se cerró la puerta de mi habitación, abandonando su pose de niña buena-¿sales con Javier?
-Eso a ti no te importa-respondí de mala manera, sin querer.
-En realidad, sí-dijo ella-ya te lo advertí; él no es para ti... vivís a dos horas de distancia el uno del otro.
-Aun así, no es asunto tuyo lo que haga o deje de hacer-insistí, sentándome sobre mi cama.
-Mira, guapa... no quiero hacerte daño, pero no es que Javier tenga la mejor opinión de ti, según dicen. Me explicaré; él se da cuenta de que vas detrás suyo como un perrito faldero. Realmente, le pareces patética.
"Suerte que no querías hacerme daño" pensé. Y es que estaba dolida. ¿En serio Javier pensaba eso de mí? ¿Es que no podíamos ser amigos y punto? Realmente, ese pueblo era de locos...
De pronto, sonaron unos golpecitos en la puerta, y Laura apareció en la habitación. Mirando enfadada a Blanca, dijo:
-Pasaba por aquí y he venido justo a tiempo... para decirle a Paula que lo que Blanca está diciendo es, en realidad, lo que piensa de ella Javier.
-No te metas, tú no le importas-respondió Blanca.
-Oíd, ¿no podemos jugar a cartas y olvidarnos de Javier por un rato, por favor?-supliqué. No necesitaba pensar más en él, y menos en aquella especie de culebrón que Blanca estaba empeñada en protagonizar.
Saqué una baraja de cartas del cajón y repartí. Jugamos un rato, pero enseguida se presentó mi madre:
-Ha venido a verte Javier, Paula. ¡Ah! Hola, Laura, no sabía que estuvieras aquí.
Javier entró en la habitación sonriendo. De pronto, al tropezar con la mirada de Blanca, soltó una exclamación.
-Eh... ¿qué haces aquí?-fue lo único que acertó a decir.
-Charlaba con Paula... ¿vas a quedarte mucho rato?-preguntó Blanca con mirada obsesiva.
-No lo sé-respondió Javier.
Me miró con reproche y me encogí de hombros en un gesto de impotencia; no tenía ni idea de cómo iba a terminar todo aquello.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Episodio 26: la madre de Javier

Blanca, por suerte, desapareció muy pronto, ofendida por las miradas cansadas que Javier le dirigía todo el tiempo. A pesar de que un par de chicos le pidieron que se quedara, estaba claro que a ella no le interesaban en absoluto: sólo quería aquello que no podía conseguir. En cierto modo, me recordaba un poco a un tío en ese aspecto.
Estuvimos un par de horas con la pandilla, charlando sobre lo típico: colegio, profesores antipáticos, los empollones de la clase, los sitios a los que hubiéramos querido ir en verano... sobre eso, Javier dijo algo que me hizo sonreír:
-Yo por mí... me quedaba aquí todas las vacaciones.
Laura me miró y me sonrió, y no descubrí envidia en aquella sonrisa, pero tampoco verdadera alegría. Aunque... ¿no podía conformarme con que no me odiase? ¿Necesitaba saber que estaba totalmente contenta con su vida? Sí, lo necesitaba, o no me sentiría tranquila conmigo misma.
Al cabo de un rato, nos fuimos, y Javier y Laura se vinieron conmigo a casa. Charlamos como buenos amigos, y pude ver que ellos se reían y bromeaban como si fueran amigos de toda la vida, no como si acabaran de romper. Eso me gustó; Laura había sido sincera conmigo cuando decía que era mejor ser sólo amiga suya.
-Bueno, yo ya me voy-dijo ella de pronto; habíamos llegado a su casa casi sin darnos cuenta-hasta mañana.
Nos despedimos y seguimos andando. Le pregunté a Javier cuántos kilómetros creía que habríamos hecho ya paseando, y me dijo que unos cien como mínimo.
-Oye, no sé si es muy personal, pero... ¿cómo era tu madre?-le pregunté a Javier.
Él suspiró. Se notaba que le costaba hablar del tema, y me arrepentí de habérselo pedido.
-Pues era... la mejor madre del mundo-dijo él-aunque supongo que todo el mundo dice eso de su madre.
-Bueno... yo supongo que tú la aprecias mucho más que la mayoría de la gente-contesté.
-Mi madre era pintora. Pintaba cuadros del pueblo, de las casas... de la playa-me explicó-por eso suelo ir allí... es casi como si pudiera verla pintando. La verdad es que me peleaba con ella a menudo, por los típicos líos en los que nos metemos nosotros.
-Ya... a mí me suele pasar-admití.
-Pero, aun así, nunca nos... enfadábamos demasiado tiempo. Siempre acababa viniendo a mi cuarto y hablábamos un rato, y por lo normal, ahí se terminaba el problema.
Le miré; pensaba que tenía los ojos llorosos, pero no era así. Simplemente, observaba pensativo las casas de piedra, como si también allí pudiera sentir la presencia de su madre.
-El caso es que un día, ella... bueno, fue muy repentino. Estaba tan llena de vida, que nadie creía que fuera a morir jamás. Pero un ataque al corazón y ella... se fue. Sin que nadie se diera cuenta, sin que pudiera... despedirme-suspiró.
Se sentó en el borde de piedra de la calle.
-No siempre es fácil, ¿sabes? Saber que no va a volver. Al menos, no de momento.
-¿A qué te refieres?
-Bueno, yo aún tengo una esperanza. Espero que Dios quiera llevarme con él al cielo, y así... pueda volver a verla.
-¿Crees en esas cosas?
-No lo creo, lo sé-dijo él-pero bueno... vivir aquí, con mi padre, y mi hermano, ahora que ella no está... es como si se hubiera llevado a toda la familia con ella. No sé ya cuánto tiempo ha pasado desde que tuve la última verdadera conversación con mi padre, o desde que mi hermano y yo hicimos algo juntos.
-¿Por eso te juntaste con la pandilla?-pregunté. Supuse que buscaba sentirse en familia en otro lugar.
-Sí, pero no es lo mismo. Además, ninguno de ellos sabe lo de mi madre. Me parece que tampoco he de decírselo, porque no me iban a ayudar.
-Pero, ¿qué dices? Te adoran. Por supuesto que te ayudarían.
-No, no es lo mismo. Me compadecerían, y me preguntarían cómo fue, y me mirarían cada momento pensando en cómo debo estar... yo quiero que me traten como siempre, como a los demás.
-Pero es que tú no eres como los demás, y no lo digo por lo de tu madre. Ellos viven su vida sin preocuparse de los demás, no les importa nada, excepto a un par de ellos, como Laura, por ejemplo.
-Ya, y por eso creo que no lo entenderían.
-Puede que tengas razón-admití.
-Promete que no lo contarás... no necesito la ayuda de nadie.
-No lo haré-prometí.
No le dije que se equivocaba en una cosa. Necesitaba más ayuda de la que podía imaginar.

lunes, 30 de agosto de 2010

Episodio 25: ¿qué he de hacer?

Al día siguiente, volví a salir. Quería verle, y sabía que sólo salía por eso, aunque intentase convencerme de que únicamente quería charlar un ratito con Laura, tal como le dije a mi madre que haría, aunque, por su modo de mirarme, intuí que sabía el por qué de mis ganas de salir.
Caminé unos minutos por el camino empedrado y bordeado de rosas. Sin darme cuenta, el pueblo estaba comenzando a parecerme más bonito; no sabía si era porque tenía amigos allí o porque me estaba haciendo mayor y ya no me importaba tanto ceñirme a mi versión horrible del pueblo.
-¡Eh, Paula!-gritó una voz. Me volví. Era él.
-¿Qué tal?-saludé. Me di cuenta de lo mucho que me gustaba que dijera mi nombre.
Él se acercó con una sonrisa, y me preguntó adónde iba.
-Iba a ver a Laura.
-¡Ah!-soltó Javier, con expresión culpable. Me pareció que no quería verla, como era lógico justo después de romper. Sin embargo, en cuanto me despedí de él para ir a buscarla, dijo:
-¡Espera! Te acompaño.
Caminamos juntos hacia la plaza, como el día anterior habíamos caminado hacia la playa. Me gustaba saber que estaba a mi lado, hablando conmigo sobre cierta asignatura suspendida o cierto deporte que le encantaba. Aunque estaba sumergida en mis pensamientos, pude mantener una conversación con él, que me sirvió para conocer otros aspectos de su vida en el pueblo-que a mí se me antojaba, para cualquier adolescente, aburrida y sin gracia-. Descubrí que no era tan terrible vivir ahí, que también se montaban sus fiestas y, en cuanto necesitaban algo que allí no podían conseguir, siempre había un hermano mayor, un padre simpático o un abuelo "marchoso" dispuesto a llevarles a todos a la ciudad más cercana-ésa era la ventaja de que todos se conocieran allí-.
Llegamos sin darnos cuenta al callejón que dominaban los amigos de Javier. Laura estaba entre ellos, y abrió mucho los ojos al vernos llegar juntos. Me di cuenta de que tal vez había sido un error que él me acompañara.
-¡Tío! ¿Qué te pasó ayer por la tarde? Habíamos quedado, ¿te acuerdas?-soltó uno de los chicos.
-Perdona, se me... olvidó-se disculpó Javier.
-Vaya, que rápido te echas novia-dijo una voz al fondo. Blanca salió de entre dos chicos que la miraban con admiración, acompañada de Paloma.
-¿Qué haces aquí?-suspiró él.
-Me he pasado para charlar un rato con tus... amigos. Aunque también me gustaría hablar contigo. A solas.
-Lo siento, estoy ocupado-dijo Javier.
-¿Con ella?-preguntó Blanca.
-No, con todos.
Miré a Laura, que seguía mirándome con expresión indiferente, que no disimulaba del todo su pizca de celos. La saludé con la mano y ella me respondió con una sonrisa de plástico.
-Oye, si nos dejas en paz, sería perfecto-le dije yo a Blanca.
-Perdona, no quiero robarte tiempo con tu chico-replicó, marchándose.
¿Es que siempre tenía que aparecer en los mejores momentos para estropearlos? ¿Por qué no seguía haciendo de muñequita de sus padres y nos dejaba en paz? Y Laura, ¿realmente había apartado su mente de Javier? Yo sabía que tenía que dar un paso, decirle a Javier que dejase de andar conmigo o seguir con él... ahora sabía bien lo que quería. Pero no lo que tenía que hacer.

sábado, 28 de agosto de 2010

Premio al blog más feliz, "Sonrisas de felicidad"


Este es el último premio, al menos el de este mes. Es para Maria Bel por el blog más feliz que he visitado, Sonrisas de Felicidad. Un blog que te anima y te enseña otro mundo...
¡Felicidades Maria Bel!

www.somriuresdefelicitat.blogspot.com

Premio a Miss Cullen por su blog Sueños De Arena


Este premio es para Miss Cullen, por su interesante blog "Sueños de Arena", una historia emocionante, además de la constancia de la autora, que siempre escribe capítulos nuevos.
¡Felicidades Miss Cullen!!!

www.misscullen-dreamsofsand.blogspot.com

Premio a Marta, una historia realista


Este es el primer premio que doy, y se lo doy a Marta, porque me ha parecido la historia de amor más realista que he leído-y la que más engancha-.
Felicidades Marta!!!!
http://enganchateamarta.blogspot.com

Episodio 24: un paseo por la playa

Salimos de Misa a las doce en punto. Me quedé fuera y le dije a mi abuela que podía ir volviendo a casa, porque yo iba a hablar con un amigo.
Esperé sola a Javier, que tardó bastante en salir de la iglesia. Aquello me sorprendió, ya que la Misa había acabado hacía por lo menos un cuarto de hora. Unos cuantos amigos de mis abuelos y algunos chicos del pueblo me vieron y se quedaron charlando allí conmigo, pero al final me quedé yo sola en la placita enfrente de la iglesia.
Cuando ya pensaba que a lo mejor él se había marchado por otro lugar, o se había quedado dentro con el sacerdote, ayudándole a recoger, y me iba a marchar, salió.
-¡Paula!-me llamó. Me di la vuelta y le vi ahí, sonriente, muy distinto de como le había visto momentos antes.
-Hola, te estaba esperando-le dije. Nos pusimos a caminar lentamente en dirección a la playa.
-¿Para qué me esperabas?-me preguntó mientras andábamos.
-Bueno, yo me he enterado de lo de Laura, y quería saber qué tal estabas... ya sabes, después de lo que hablamos, además, el otro día...
-Sí, y supongo que te enteraste de la bromita de Blanca.
-Ya... tuve una "conversación" con ella cuando Laura me lo contó.
Javier se paró. Ya habíamos llegado a la playa. Se sentó en la arena, como aquella vez, hacía unas semanas.
-La verdad es que no me duele mucho romper con Laura. Es una buena amiga, pero nada más-suspiró-mejor dejarlo así. Llevábamos demasiado tiempo con esta tensión. Romper es lo mejor que ha podido hacer.
-Pero entonces-repliqué yo-¿por qué no habías roto ya con ella?
-Porque no quería enfadarme con ella, y hasta hace unos días, estoy seguro de que se hubiera enfadado. ¿Por qué lo preguntas?-me miró con picardía-¿celosa?
-Ya quisieras-sonreí, tumbándome en la arena.
Nos quedamos así, en silencio, pensando cada uno en nuestras cosas, que eran exactamente las mismas. No quería pensar en él, pero era realmente difícil teniéndole a mi lado, mientras los rayos de sol me dañaban los ojos.
-Bueno, yo voy a tener que irme ya-dijo él, levantándose y desperezándose-hasta luego.
-Adiós.
Le observé marcharse, y él se giró un momento para decirme adiós con la mano. Le saqué la lengua y me volví a tumbar.
Cinco minutos después de que se hubiera marchado, noté que había alguien a mi lado. Pensé que habría vuelto, así que abrí los ojos.
-Hola-dijo Blanca, sonriendo maliciosamente-veo que los paseos entre tú y Javier son ya muy frecuentes. A Laura le interesará saberlo...
-No creo que le importe, ahora que ha roto con él-le contesté, haciendo pantalla con una mano sobre mi frente para protegerme del sol. Pude ver perfectamente su expresión de júbilo.
-¿Han roto? Entonces, yo de ti no me acercaría mucho a él. Lo digo porque Laura es realmente celosa con este tema...
-No tanto como tú, eso seguro. Sobretodo si ha sido ella quien ha roto.
Me levanté y me fui. Cuando ya estaba en el límite de la playa, oí a Blanca gritarme:
-¡Eso no cambia nada, cariño! ¡Si no quieres más problemas con Laura, mejor aléjate de Javier!
Aunque Laura me había asegurado que no pasaba nada, las palabras de Blanca me inquietaron. ¿Tendría razón? ¿Y qué debía hacer? ¿Seguir los sentimientos de Laura o los míos propios?

viernes, 27 de agosto de 2010

Episodio 23: ¿vienes a Misa?

-Hola, abuela.
-Buenos días, Paula. ¿Sabes que hoy es domingo?
-Sí... ¿y qué?
-¿Vienes a Misa? Acompaña a tu vieja abuela...
Así comenzó el domingo de aquella semana, tres días después de mi conversación con Laura. Me parecía extraño que hubieran pasado tres días ya, porque había estado a ratos encerrada en la habitación y a ratos con mi familia, sin verla, pero con sus últimas palabras muy presentes en mi cabeza.
-¿A Misa? No sé...
No es sólo porque las veces que voy a Misa me aburro un poco, sino porque ver a la gente cantando y entregando su fe, creyendo por completo en lo que dicen, juntos, como si fueran conocidos de toda la vida, me hace pensar que... me falta algo. Como si ellos tuvieran una cosa que yo no tengo.
Soy cristiana, pero no practicaba. Ni yo ni mi familia, excepto mis abuelos. Me parece cosa de viejos, supongo que porque suelo ir a la Iglesia del pueblo, si voy alguna vez, y en ese pueblo casi ni hay gente joven.
-Bueno, vale...-acepté, pensando que no me haría ningún daño.
Fuimos ella, el abuelo y yo. Entramos justo cuando comenzaba, y nos sentamos en uno de los bancos de atrás. El sacerdote hablaba, cantaba y explicaba. Mi parte favorita es la del Evangelio; como si te estuvieran contando una historia de milagros y proezas. Y, en cierto modo, te cuentan una historia, pero lo mejor es que es real. Aquella vez le tocó a un muerto que Jesús resucitó; yo escuchaba atentamente, cuando vi a alguien que prestaba más atención aún que yo: Javier. Estaba en una de las primeras filas de bancos, observando al sacerdote, aunque en realidad, su mente parecía estar en otra parte. Supuse que pensaría en su madre, en su muerte... y en la vida misma. No sabía ni siquiera que creyera en Dios, pero yo también intentaría buscar un sentido a la muerte, un apoyo, si alguien de mi familia muriese. Y, desde luego, lo primero que habría hecho habría sido cuestionar a Dios, buscar un por qué.
Y allí estaba Javier, que no me veía, ni veía a nadie que estuviera en la iglesia; él sólo veía el rostro de su madre, grande, borroso, frente a él.

martes, 24 de agosto de 2010

Episodio 22: una noticia sorprendente

Nadie me preparó para la noticia que me esperaba dos días después, cuando ni siquiera se habían extinguido de mi mente los restos de furia hacia Blanca, o los sentimientos cruzados en mi corazón, sobre ese chico del cual ni siquiera quería pronunciar el nombre...
Laura vino a mi casa; llamó lentamente a la puerta, por lo que creí que no sería ella, que solía llamar con energía y rapidez, tan alegre como ella misma. Y sin embargo, era ella, aunque muy cambiada.
-Es... Javier-me explicó, con los ojos algo hinchados y enrojecidos. No parecía ser capaz de pronunciar nada más, pero me la llevé a mi habitación para que mis padres no la vieran e hicieran preguntas incómodas (en realidad, tenía más miedo de que me incomodasen a mí que a ella, porque no sabría exactamente explicar que Javier había roto con ella).
-¿Qué ha pasado?-le pregunté una vez estuvimos arriba, aunque sabía perfectamente la respuesta.
-Ayer vi a Javier y... bueno, había quedado conmigo para salir por ahí, y...-Laura apenas podía balbucear sus explicaciones. Aunque yo moría por saber qué había ocurrido, y a la vez no quería oír nada de ello, no la presioné.
-El caso es que... me habló de ti... que sois buenos amigos...-siguió tartamudeando.
Me sentí fatal. ¿Le había dicho que quería salir conmigo? Eso era lo peor que podía hacernos a ambas. Porque yo era la mejor amiga de Laura y porque ni siquiera me había preguntado nada a mí antes de romper con Laura. ¿Y si yo no quería salir con él? Y aunque quisiera-algo de lo que no estaba segura-no podría, no podría hacerle esa faena a mi amiga, que seguramente venía a pedirme que no saliera con él. Aunque... ¿y si quería? ¿Podía detenerme Laura? "No pienses en ello" me dije. Javier era un chulo, como había pensado, por decirle eso a Laura.
-El caso es que me enfadé, porque debería estar pensando en mí, y no en ti. No te ofendas, pero es la verdad-siguió ella.
-Tienes razón-dije, convencida.
-Así que le dije que estaba harta de que... hablara de ti-me miró de reojo para ver si me había enfadado-y... rompí con él.
-¿CÓMO?-salté yo. Mis esquemas se habían roto. Javier no era el chulo que suponía. Y... no le había dicho que quería salir conmigo, algo de lo que yo casi estaba segura. Abandoné mis fantasías con sorpresa y cierta desilusión.
-Sí... me doy cuenta de que somos... diferentes. Yo necesito a alguien que me escuche, que sea fácil de comprender. Él es... muy misterioso para mí. No me va.
-Entonces... ¿no estás enfadada conmigo porque hablara... de mí?-pregunté.
-¡No!-exclamó-puedes salir con él si quieres.
-Entonces... ¿a qué tanto llanto?
-Es que después de salir con él, bueno... no soy de piedra, aún le quiero. No hace ni dos horas que hemos roto, ¿qué esperabas? Pero sé que con el tiempo se pasará... al menos, eso espero.
-Por cierto, ¿qué te hace pensar que saldría con él?-pregunté, extrañada y atemorizada al mismo tiempo, mientras bajábamos las escaleras hasta llegar al porche de casa.
-Pues no sé; está claro que a él le gustas-dijo, antes de irse. En su voz había mucha picardía, pero también tristeza y envidia.
Mis sentimientos comenzaban a desenredarse, pero aquella envidia de Laura les impedía seguir.

lunes, 23 de agosto de 2010

Holaaa

Hola a tod@s!!! Siento muchisimo no haber escrito, pero es que estaba en un pueblo donde solo hay ordenador en la biblioteca, y no he tenido tiempo ni ganas de ir.
Ahora volveré a escribir como antes-vamos, si consigo que mi padre me deje el ordenador, sino esperaré a que me compren el nuevo-. He visto todos vuestros comentarios y solicitudes de amistad, y doy gracias a los nuevos seguidores por pasarse por aquí. Espero que os guste la historia. También por los comentarios que habéis dejado-Marta, no te preocupes x lo de actualizar, yo también te lo pido jaja-.
Hoy no puedo pasarme por ninguno de vuestros blogs, ni seguir a mis nuevos seguidores ni dejar comentarios, y mañana estoy fuera así que no estoy segura de que pueda, pero en cuanto pueda escribiré, comentaré, leeré blogs, etc.
¡Qué cansado esto de ser bloguera! Jajajajaja.
Por cierto, me gustaría que os pasarais por mi otro blog, http://paulamartin.lacoctelera.net es de otra pagina de blogs pero creo que os gustará tanto como este-aunque no sea una blog novela-.
Besos!!!

miércoles, 11 de agosto de 2010

Episodio 21: pelea

En cuanto se hizo de día, fui a ver a Blanca a su casa. Allí me dijeron que estaba jugando con "sus amiguitas" en la plaza. Así que me dirigí hacia la plaza para verla y mantener una "tranquila conversación" con ella.
Como las otras veces que la había visto por el pueblo, iba con la ropa que creía típica en la pandilla de Javier y en su novia, Laura.
-¿Qué pasa contigo?-le grité desde la otra punta de la plaza-es increíble que sólo vivas para fastidiar a los demás.
Ella se me acercó con pose indiferente, pero en sus ojos pude ver que estaba sorprendida con mi reacción, incluso algo temerosa de lo que pudiera hacerle.
-No sé qué habrás oído sobre mí, pero no me dedico a pensar en cómo fastidiarte, así que déjame en paz-replicó ella, más chula que un ocho.
-¿Ah,sí? ¿Y por qué vas contándole tonterías a Laura?
--Sólo le dije que su novio estaba con otra chica. Pensé que le gustaría saberlo-respondió ella con cara inocente.
-Él tenía que explicarme una cosa importante... si lo supieras lo entenderías-dije. -Bueno, si es tan importante seguro que Laura también lo sabe... ¿o no? ¿No debería contárselo todo a su novia?-preguntó.Quería parecer irónica, pero supe que buscaba más información para contarle a Laura.
-Sí, en realidad ella también lo sabe, pero se ha enfadado conmigo al principio-mentí.
-Nunca se te dio bien mentir-suspiró ella-no me lo trago.
Entonces yo (que siempre he tenido un carácter un poco ) me lancé sobre ella y la tiré al suelo.
-¿Qué haces? ¡Suelta!-exclamó ella.
Yo me levanté jadeando y me di cuenta de lo que acababa de hacer.
-Oye... perdona-me disculpé sinceramente, porque no había pensado hacerle daño-pero no quiero que vuelvas a hablarle sobre mí o Javier a Laura, ¿entendido?
-Va.. vale-asintió ella con miedo. Sin embargo, en cuanto me giré recuperó el valor y gritó:
-Para que lo sepas... ¡soy yo quien le gusta!
-A mí no me gusta-dije como de pasada, aunque por dentro no dejaba de preguntármelo.
-Ya, claro-respondió-se te nota cuando hablas de él.
Yo seguí andando... Blanca no podía saber el daño que acababa de hacerles a mis pensamientos con aquella afirmación, que en realidad me planteaba muy a menudo... quizá demasiado.