Hola, soy Paula Martín. Hace un tiempo viví una entrañable historia de amor, que he querido compartir con todos los internautas que se pasen por aquí. Viajad con vuestra imaginación a las playas, los campos, las casas de piedra y el sol de verano...
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jueves, 2 de septiembre de 2010

Episodio 26: la madre de Javier

Blanca, por suerte, desapareció muy pronto, ofendida por las miradas cansadas que Javier le dirigía todo el tiempo. A pesar de que un par de chicos le pidieron que se quedara, estaba claro que a ella no le interesaban en absoluto: sólo quería aquello que no podía conseguir. En cierto modo, me recordaba un poco a un tío en ese aspecto.
Estuvimos un par de horas con la pandilla, charlando sobre lo típico: colegio, profesores antipáticos, los empollones de la clase, los sitios a los que hubiéramos querido ir en verano... sobre eso, Javier dijo algo que me hizo sonreír:
-Yo por mí... me quedaba aquí todas las vacaciones.
Laura me miró y me sonrió, y no descubrí envidia en aquella sonrisa, pero tampoco verdadera alegría. Aunque... ¿no podía conformarme con que no me odiase? ¿Necesitaba saber que estaba totalmente contenta con su vida? Sí, lo necesitaba, o no me sentiría tranquila conmigo misma.
Al cabo de un rato, nos fuimos, y Javier y Laura se vinieron conmigo a casa. Charlamos como buenos amigos, y pude ver que ellos se reían y bromeaban como si fueran amigos de toda la vida, no como si acabaran de romper. Eso me gustó; Laura había sido sincera conmigo cuando decía que era mejor ser sólo amiga suya.
-Bueno, yo ya me voy-dijo ella de pronto; habíamos llegado a su casa casi sin darnos cuenta-hasta mañana.
Nos despedimos y seguimos andando. Le pregunté a Javier cuántos kilómetros creía que habríamos hecho ya paseando, y me dijo que unos cien como mínimo.
-Oye, no sé si es muy personal, pero... ¿cómo era tu madre?-le pregunté a Javier.
Él suspiró. Se notaba que le costaba hablar del tema, y me arrepentí de habérselo pedido.
-Pues era... la mejor madre del mundo-dijo él-aunque supongo que todo el mundo dice eso de su madre.
-Bueno... yo supongo que tú la aprecias mucho más que la mayoría de la gente-contesté.
-Mi madre era pintora. Pintaba cuadros del pueblo, de las casas... de la playa-me explicó-por eso suelo ir allí... es casi como si pudiera verla pintando. La verdad es que me peleaba con ella a menudo, por los típicos líos en los que nos metemos nosotros.
-Ya... a mí me suele pasar-admití.
-Pero, aun así, nunca nos... enfadábamos demasiado tiempo. Siempre acababa viniendo a mi cuarto y hablábamos un rato, y por lo normal, ahí se terminaba el problema.
Le miré; pensaba que tenía los ojos llorosos, pero no era así. Simplemente, observaba pensativo las casas de piedra, como si también allí pudiera sentir la presencia de su madre.
-El caso es que un día, ella... bueno, fue muy repentino. Estaba tan llena de vida, que nadie creía que fuera a morir jamás. Pero un ataque al corazón y ella... se fue. Sin que nadie se diera cuenta, sin que pudiera... despedirme-suspiró.
Se sentó en el borde de piedra de la calle.
-No siempre es fácil, ¿sabes? Saber que no va a volver. Al menos, no de momento.
-¿A qué te refieres?
-Bueno, yo aún tengo una esperanza. Espero que Dios quiera llevarme con él al cielo, y así... pueda volver a verla.
-¿Crees en esas cosas?
-No lo creo, lo sé-dijo él-pero bueno... vivir aquí, con mi padre, y mi hermano, ahora que ella no está... es como si se hubiera llevado a toda la familia con ella. No sé ya cuánto tiempo ha pasado desde que tuve la última verdadera conversación con mi padre, o desde que mi hermano y yo hicimos algo juntos.
-¿Por eso te juntaste con la pandilla?-pregunté. Supuse que buscaba sentirse en familia en otro lugar.
-Sí, pero no es lo mismo. Además, ninguno de ellos sabe lo de mi madre. Me parece que tampoco he de decírselo, porque no me iban a ayudar.
-Pero, ¿qué dices? Te adoran. Por supuesto que te ayudarían.
-No, no es lo mismo. Me compadecerían, y me preguntarían cómo fue, y me mirarían cada momento pensando en cómo debo estar... yo quiero que me traten como siempre, como a los demás.
-Pero es que tú no eres como los demás, y no lo digo por lo de tu madre. Ellos viven su vida sin preocuparse de los demás, no les importa nada, excepto a un par de ellos, como Laura, por ejemplo.
-Ya, y por eso creo que no lo entenderían.
-Puede que tengas razón-admití.
-Promete que no lo contarás... no necesito la ayuda de nadie.
-No lo haré-prometí.
No le dije que se equivocaba en una cosa. Necesitaba más ayuda de la que podía imaginar.

4 comentarios:

  1. hola!!
    El realmente necesita ayuda para superar la muerte de su madre... es algo difícil.
    Me muero de ganas por el próximo capítulo.
    Un beso!

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  2. gracias!!! espero que me sigas leyendo, yo te leere a ti.
    ¿crees que Paula puede ayudarle a superar la muerte de su madre? creo que ese será el titulo de la próxima encuesta... es bueno no?

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  3. hola gupisima!!!
    joo estuve mucho tiempo sin pasarme por blogger!! y casi me pierdo en tu historia...!!
    pero ya estoi otra vez al dia!!!
    y yo creo que si puede ayudarle a superar la muerte de su madre!!
    un besazo :)

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